El Milagro de Alcenia



Había una vez una niña llamada Alcenia que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Era diciembre, y la Navidad se acercaba, pero Alcenia no podía disfrutar de la alegría navideña como sus amigos. Cada vez que hablaba de Santa Claus, sus amigos le decían que no existía. Esto la hacía sentir triste, porque Alcenia creía firmemente en la magia de la Navidad.

Un día, mientras estaba en el parque, escuchó a sus amigos burlarse.

"Pero Alcenia, Santa Claus es solo una historia!" exclamó Tomás, uno de sus amigos.

"Sí, ¡ya estamos grandes! No puede ser que sigas creyendo en eso" agregó Sofía, riendo.

Alcenia se sintió aún más triste.

"Yo estoy segura de que Santa existe" murmuró, mirando al suelo.

Decidida a demostrarles que Santa Claus era real, Alcenia decidió hacer un plan. Se pasó días recolectando cartas y dibujos que los niños del pueblo habían hecho para Santa. "Si puedo reunir suficientes cartas, tal vez Santa venga y todos lo vean" pensó.

Una noche, cuando todos se estaban preparando para ir a dormir, Alcenia se quedó despierta.

"Voy a quedarme despierta toda la noche" se dijo a sí misma mientras miraba por la ventana.

Esperó y esperó, pero la noche era tranquila y no sucedía nada.

Cuando ya iba a rendirse, de repente, el cielo se iluminó con luces brillantes.

"¡Miren, miren!" gritó Alcenia llena de asombro.

Sus amigos, que también estaban despiertos, salieron corriendo de sus casas, intrigados por el brillo en el cielo.

En ese momento, un gran trineo volador apareció en la distancia, tirado por renos que relinchaban con alegría. Todos quedaron boquiabiertos al ver cómo el trineo se acercaba y se posaba justo en el parque donde estaban.

"¡Es Santa! ¡Es Santa!" saltó de felicidad Alcenia.

Los amigos de Alcenia no podían creer lo que veían.

Santa Claus, con su gran barba blanca y su saco lleno de regalos, sonrió y saludó a todos.

"Ho, ho, ho! ¡Feliz Navidad, niños!" dijo con una voz profunda.

Alcenia sintió que su corazón se llenaba de alegría.

"¿Ves? ¡Te lo dije! Santa existe!" gritó emocionada a sus amigos.

"Esto es increíble!" exclamo Tomás, con los ojos muy abiertos.

"Nunca pensé que podría ser real" murmuró Sofía, mirando a Santa con admiración.

Santa comenzó a repartir regalos.

"Cada uno de ustedes ha sido muy bueno este año. ¡Así que aquí tienen un regalo!" dijo mientras les entregaba cajas envueltas.

Los niños estaban extasiados.

Mientras los abrazos y risas llenaban el aire, Alcenia sintió que su fe y determinación hubieran creado un milagro.

"Gracias, Santa!" lloró de felicidad, y luego se volvió hacia sus amigos.

"Nunca dejen de creer en la magia de la Navidad" les dijo con una gran sonrisa.

Cuando Santa terminó de repartir los regalos, se dio vuelta y levantó su mano.

"Recuerden, la magia está en creer y compartir amor. ¡Feliz Navidad a todos!" dijo mientras volvía a su trineo.

Y así, con una ráfaga de luces brillantes, Santa se elevó por el cielo, dejando atrás un rastro de estrellas.

Desde ese día, Alcenia y sus amigos nunca volvieron a dudar sobre Santa Claus.

Aprendieron que la creencia en cosas maravillosas puede ser el inicio de algo especial.

Así, cada Navidad, celebraron no solo la llegada de Santa, sino también el amor y la alegría que se comparte entre amigos.

"Gracias, Alcenia, por hacer que creamos nuevamente" le dijo Sofía.

"Sí, eres la mejor!" acordó Tomás.

Y así fue como Alcenia y sus amigos aprendieron que la verdadera magia de la Navidad no solo estaba en los regalos, sino en la fe, la amistad y el espíritu de dar.

FIN.

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