El milagro de la Navidad


Había una vez un anciano llamado Don Elías, que vivía en un pequeño pueblo de Argentina. Desde muy joven, Don Elías había desarrollado un profundo resentimiento hacia la Navidad.

¿Y cuál era la razón detrás de su odio? Pues resulta que cuando él era apenas un niño, su padre los abandonó a él y a su madre justo en plena Nochebuena. Desde aquel triste episodio, Don Elías se volvió una persona amargada y desconfiada.

Cada año, cuando llegaba diciembre, se encerraba en su casa y no quería saber nada sobre las fiestas navideñas. Evitaba el contacto con los demás habitantes del pueblo y rechazaba cualquier invitación para celebrar.

Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, Don Elías encontró a una niña llamada Martina sentada en un banco solitaria. Tenía los ojos cristalinos y parecía estar muy triste. -¿Qué te ocurre, pequeña? -preguntó Don Elías con voz ronca pero llena de curiosidad.

Martina levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los del viejo hombre. Con timidez, le contó que también ella odiaba la Navidad porque nunca había recibido regalos ni tenía una familia con quien compartir esa fecha especial.

Don Elías sintió algo dentro de sí al escuchar las palabras de Martina. Recordó lo solo que se había sentido durante todos esos años y cómo eso le había afectado negativamente.

-Escucha Martina -dijo el anciano-, yo también he odiado la Navidad durante mucho tiempo por algo similar a lo que tú has pasado. Pero creo que ha llegado el momento de cambiar nuestra forma de ver las cosas. Martina miró con curiosidad al anciano, esperando que continuara.

-¿Y si en lugar de odiar la Navidad, intentamos hacer algo especial juntos? Podemos ayudar a los demás y así crear nuevas memorias llenas de amor y generosidad. La idea pareció gustarle a Martina, quien asintió emocionada.

Juntos comenzaron a planificar cómo podrían alegrar la Navidad del pueblo. Decidieron visitar a las personas mayores que vivían solas y llevarles regalos hechos por ellos mismos. También organizaron una cena comunitaria para aquellos que no tenían dónde celebrar.

A medida que iban ayudando a los demás, Don Elías y Martina fueron descubriendo el verdadero espíritu navideño: la importancia de compartir, amar y perdonar.

Poco a poco, el corazón del viejo hombre se fue ablandando y su odio hacia la Navidad se convirtió en gratitud por tener la oportunidad de hacer felices a otros. Llegó la Nochebuena y todo el pueblo se unió en una gran celebración llena de risas y alegría.

Don Elías abrazó fuertemente a Martina mientras veía cómo las personas disfrutaban de la compañía mutua. Ese día, Don Elías comprendió que nunca es tarde para cambiar nuestros sentimientos negativos por otros más positivos.

Aprendió que el perdón puede sanar heridas profundas y abrirnos paso hacia la felicidad verdadera. Desde entonces, cada año Don Elías se convertía en el Papá Noel del pueblo, llevando alegría y regalos a todos los niños.

Y cuando alguien le preguntaba por qué había cambiado tanto su actitud hacia la Navidad, él respondía con una sonrisa:-Porque descubrí que el verdadero regalo de la Navidad está en dar amor y hacer felices a los demás.

Y así, Don Elías se convirtió en un ejemplo de transformación para todos aquellos que habían perdido la esperanza. Su historia inspiró a muchas personas a cambiar sus corazones amargados por otros llenos de bondad y compasión.

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