El milagro de la Virgen de Huachana
En el pequeño pueblo de Santiago del Estero, la sequía azotaba las tierras y el ánimo de los pobladores. Los cultivos se marchitaban, los ríos empezaban a secarse y el sol implacable no daba tregua. En este pueblo vivía una joven llamada María, quien era devota de la Virgen de Huachana, patrona de la lluvia. María veía con tristeza cómo su comunidad sufría por la falta de agua, y decidió hacer algo al respecto.
Un día, reunió a los pobladores en la plaza del pueblo y les propuso orar juntos a la Virgen de Huachana para pedirle que enviara la lluvia tan necesaria. Los habitantes asintieron con esperanza y se unieron en una emotiva oración, pidiendo con fe que la sequía llegara a su fin.
Días pasaron y el cielo seguía despejado, sin dar señales de que la lluvia estuviera cerca. María, sin embargo, no perdió la fe y siguió mostrando su devoción a la Virgen, realizando actos de bondad y ayudando a los más necesitados. Un día, mientras ayudaba a regar las plantas de un anciano del pueblo, vio algo asombroso: en el horizonte se formaban nubarrones negros, como si el cielo finalmente hubiera escuchado las plegarias de los pobladores.
Corrió emocionada hacia la plaza, donde los demás habitantes ya habían notado el cambio en el ambiente. Todos miraban al cielo con los ojos brillantes de esperanza. De repente, las primeras gotas de lluvia empezaron a caer, suavemente al principio, y luego con fuerza renovadora. Los pobladores, llenos de alegría, salieron a recibir la lluvia con los brazos abiertos, agradeciendo a la Virgen de Huachana por el milagro que había obrado.
Desde ese día, el pueblo de Santiago del Estero floreció con nuevos cultivos, sus ríos volvieron a correr con vitalidad y en los corazones de los habitantes perduró la lección de fe, esperanza y solidaridad que María y la Virgen de Huachana les habían enseñado.
FIN.