El milagro de Navidad de Majito



Era una tarde fría de diciembre y en el pequeño pueblo donde vivía la abuelita de Majito, la nieve cubría las calles como una suave manta blanca. Majito, una dulce niña de 4 años, viajaba con sus padres en un auto que crujía por el camino nevado. La emoción llenaba el ambiente mientras se acercaban a la casa de su abuela.

Al llegar, la abuelita los recibió con un cálido abrazo y una sonrisa que iluminó el lugar.

"¡Qué alegría tenerlos aquí por Navidad!" - dijo la abuelita, mientras los invitaba a entrar. La casa olía a galletas recién horneadas y a canela.

Luego de compartir una deliciosa merienda, era el momento perfecto para adornar el árbol de Navidad. Majito y sus padres desataron las luces brillantes y las coloridas esferas de una caja. Majito miraba con atención cada adorno, los ojos llenos de asombro.

"Mami, mirá qué bonita es esta estrella" - exclamó, mientras la sostenía en sus manos.

"Es para la punta del árbol, mi amor" - respondió su madre, mientras colocaba las luces con su padre.

Cuando el árbol estuvo decorado y brillaba como un faro, Majito se sintió la niña más feliz del mundo. Sin embargo, al mirar por la ventana, algo llamó su atención. En la calle, había un niño que parecía no tener abrigo y que solamente miraba a lo lejos, con una expresión triste.

"Papá, mami" - dijo Majito, con voz preocupada "¿Por qué ese niño no tiene regalos como nosotros?" -

Sus padres intercambiaron miradas, sorprendidos por la inocente pregunta de su hija.

"No todos tienen la misma suerte, pequeña" - contestó su padre, acariciando su cabeza.

Majito frunció el ceño, decidida.

"¡Quiero que le compremos regalos! ¡No puede quedarse sin Navidad!" - insistió, mientras su corazón se llenaba de compasión.

Sus padres sonrieron, admirados por la bondad de su hija.

"Está bien, Majito. Vamos a buscarlo y le llevaremos algo" - propuso su madre, con una chispa de orgullo.

Majito se emocionó y en pocos minutos, los tres se abrigaron con abrigos y bufandas. Se dirigieron hacia la calle, donde el niño seguía mirando al cielo, ajeno a la presencia de su familia.

Al acercarse, Majito le dijo:

"¡Hola! ¿Te gustaría celebrar la Navidad con nosotros?" -

El niño, sorprendido, la miró y su rostro se iluminó.

"¿De verdad?" - preguntó.

"Sí, tenemos muchos regalos y galletitas, ¡queremos compartir contigo!" - dijo Majito emocionada.

El niño, cuyo nombre era Lucas, sonrió y aceptó la invitación. Juntos regresaron a la casa de la abuela, donde el ambiente festivo acogió al nuevo amigo.

Los padres de Majito le explicaron a Lucas que a veces la Navidad no se trata solo de recibir regalos, sino también de dar y compartir con otros.

Mientras el árbol brillaba en la sala, todos juntos desenvuelven los regalos. Majito había elegido un juguete que amaba mucho, para compartirlo con Lucas.

"Yo quiero que lo tengas tú, es mi regalo de Navidad para que compartamos juntos" - dijo ella alegremente.

Lucas no podía creerlo.

"¡Gracias! ¡Es el mejor regalo de todos!" - gritó, abrazándola con felicidad.

Esa noche, entre risas y juegos, Majito entendió que la Navidad era aún más especial cuando se compartía con otros. Mientras la nieve seguía cayendo afuera, el brillo en sus ojos y el calor en sus corazones llenaron el hogar de la abuela con un mágico espíritu navideño.

La abuela miraba con satisfacción, sintiendo que el amor que se compartía en ese momento era el más grande regalo de todos. Era una Navidad diferente, donde la verdadera alegría estaba en dar y abrir el corazón a nuevos amigos.

Y así, Majito aprendió que lo más mágico de la Navidad no son solo los regalos, sino la capacidad de hacer felices a los demás con bondad y amor. Desde ese día, cada vez que veía a un niño en la calle, recordaba que siempre hay una oportunidad para compartir alegría y amor, especialmente durante la Navidad.

FIN.

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