El Misterio de Ethan
Había una vez un joven llamado Ethan que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas, donde el aire era fresco y las flores daban color a los campos. A pesar de que Ethan había vivido allí durante casi 10 años, siempre parecía tener la misma edad: nunca se le notaban arrugas ni cambios en su aspecto. Esta peculiaridad despertaba la curiosidad de los habitantes del pueblo, que solían murmurar entre ellos.
Un día, mientras salía a comprar pan, se encontró con Clara, una niña del pueblo que estaba sentada en una vereda.
"Hola, Ethan. ¿Por qué no envejecés? No parece justo tener siempre la misma edad que todos nosotros" - preguntó Clara, mirándolo con ojos curiosos.
"No lo sé, Clara. A veces me pregunto lo mismo" - respondió Ethan con una sonrisa triste.
Los vecinos hablaban y se preguntaban si Ethan tenía algún secreto mágico o si era un genio que había descubierto la fuente de la eterna juventud.
Una mañana, mientras paseaba por el bosque, Ethan escuchó un susurro. Se acercó y encontró a un viejo árbol con corteza rugosa y raíces que parecían abrazar la tierra.
"¿Por qué no envejeces, joven?" - preguntó el árbol con voz profunda.
"No lo sé, viejo amigo. Solo deseo entenderlo" - dijo Ethan, sintiéndose más solo que nunca.
El árbol suspiró, y sus hojas comenzaron a brillar.
"La inmortalidad no siempre es una bendición, muchacho. Cada vida tiene un ciclo. Si deseas conocer la verdad, tendrás que hacer un viaje" - dijo el árbol y pronto, un pequeño camino se iluminó ante él.
Ethan, con la esperanza de descubrir la respuesta a su misterio, decidió seguir el camino. Caminó durante horas, cruzando ríos y vales, hasta que llegó a una cueva misteriosa.
Dentro, encontró a un anciano sabio rodeado de libros y papeles. Este lo miró con benevolencia.
"Bienvenido, Ethan. He estado esperando que vinieras. He escuchado tus dudas" - dijo el anciano.
"¿Cómo sabes quién soy?" - preguntó Ethan, asombrado.
"El destino de cada uno está entrelazado. Siéntate y escucha. La inmortalidad que crees tener es un regalo que recibiste por el deseo de permanecer solo. Sin embargo, hay un precio: no podrás hacer amigos ni vivir plenamente como deberían hacerlo los demás" - explicó el anciano.
Ethan parpadeó, pensando en su vida solitaria y en cómo había limitado sus conexiones con la gente del pueblo.
"¿Qué debo hacer para cambiar esto?" - preguntó, decidido a encontrar una solución.
"La respuesta está en abrir tu corazón y dejar que otros se acerquen a ti. La amistad y el amor son las verdaderas fuentes de la felicidad. Solo entonces comenzarás a vivir plenamente" - contestó el anciano.
Con un nuevo propósito, Ethan volvió al pueblo y se dedicó a ayudar a los demás. Comenzó a participar en las actividades del barrio, ayudando a las ancianas a llevar sus compras, organizando juegos con los niños y escuchando las historias de los abuelos. Con cada acción, su corazón se llenaba de alegría.
Con el tiempo, Ethan empezó a notar pequeños cambios. Su rostro comenzó a mostrar una chispa nueva, un brillo que nunca había tenido. Ya no se sentía solo; había convertido al pueblo en su hogar, lleno de amistades sinceras y risas.
Un día, mientras estaba en el parque, Clara se acercó a él.
"Ethan, vos siempre serás el mismo, pero ahora veo que sos más feliz" - dijo la niña sonriendo.
"Tal vez la verdadera inmortalidad no sea no envejecer, sino en recordar y crear momentos. Gracias por ayudarme a descubrirlo" - respondió Ethan con una amplia sonrisa.
Y así fue como Ethan, a través del amor y la amistad, comprendió que la verdadera riqueza de la vida no era la inmortalidad, sino vivir cada día lleno de experiencias y conexiones con los demás.
Desde entonces, el joven se convirtió en el corazón del pueblo, recordándoles a todos que la vida se vive mejor cuando estamos rodeados de quienes amamos.
FIN.