El Misterio de la Alarmita
Lucas era un niño de ocho años que vivía en un pequeño barrio de Buenos Aires. Cada mañana, el sol asomaba tímidamente por la ventana de su habitación, pero Lucas no parecía notar su llegada. A él le costaba mucho levantarse para ir al colegio y siempre llegaba tarde.
Una fría mañana de lunes, la mamita de Lucas entró en su cuarto con un gran entusiasmo:
"¡Lucas, despertate! Hoy hay un taller de ciencias en el colegio, no te lo podés perder."
"Pero mamá, tengo sueño..."
"Si no te apurás, te vas a perder la mejor parte. ¡El profesor va a hacer una demo de volcanes!"
Ciertamente, la idea de ver un volcán en erupción era tentadora, pero Lucas se tapó la cabeza con la manta.
Esa misma mañana, su mamá decidió probar algo diferente. En vez de usar el reloj despertador habitual, sacó de su bolso una pequeña alarmita que había encontrado en una feria de antigüedades. Tenía la forma de un pollito amarillo y sonaba con un canto muy gracioso:
"¡Miralo! A partir de ahora, esta será tu nueva amiga. Te va a ayudar a levantarte todos los días."
Lucas se mostró escéptico, pero no pudo evitar sonreír al ver al pollito. Así que aceptó probarlo. Esa noche colocó a su nueva amiga en la mesita de luz y puso el despertador para las siete de la mañana.
A la mañana siguiente, el canto del pollito resonó por toda la habitación: "¡Pío, pío! Es hora de despertar, hoy hay cosas nuevas para aprender!"
Lucas se estiró y, sorprendentemente, se sintió un poco más despierto que de costumbre. Se levantó y, aún con una mirada soñolienta, se preparó para ir al colegio.
"¡Mirá mamita, funcionó!"
"¡Ves que no era tan difícil!"
Con el tiempo, Lucas comenzó a esperar cada mañana el divertido canto del pollito. Se dio cuenta de que no solo podía levantarse a tiempo, sino que también disfrutaba del colegio. Un día, mientras estaba en la clase de ciencias, le contó a su maestra, la señorita Carla:
"Hoy me desperté justo a tiempo gracias a un pollito despertador. ¡No puedo esperar para verlo en la feria!"
"¿Un pollito despertador? Eso suena interesante, Lucas. La creatividad puede ayudarnos de maneras inesperadas."
Pasaron las semanas, y Lucas estaba más entusiasmado que nunca por ir al colegio. Sin embargo, ocurrió un giro inesperado. Una mañana, mientras se preparaba, se dio cuenta de que la alarmita no sonaba. Se asustó y empezó a correr por todo el cuarto buscando a la alarmita pollito.
"¡Mamá, el pollito no canta! Estoy tarde, no quiero llegar tarde otra vez!"
Su mamá, recordando la magia del pollito, le dijo:
"Lucas, creo que es hora de que aprendas a levantarte sin ayuda. ¿Qué pasaría si ponemos a prueba lo que aprendiste?"
Al principio, Lucas dudó, pero se dio cuenta de que había aprendido a levantarse solo gracias al pollito, así que decidió intentarlo. Esa noche decidió no poner el despertador y confiar en su propio cuerpo para despertarse.
A la mañana siguiente, despertó con un poco de nervios, pero al mirar el reloj, se sorprendió:
"¡Mamá, me desperté a tiempo!"
"¡Eso es genial, Lucas! Te has convertido en un experto despertador. ¿Ves cómo la práctica te ayuda?"
Con una sonrisa en su rostro, Lucas se sintió orgulloso de haber aprendido a levantarse por sí solo. Había superado el gran desafío de las mañanas. Esta experiencia no solo le enseñó a levantarse a tiempo, sino que también aprendió que cada día trae algo nuevo y emocionante, y que las dificultades a veces pueden convertirse en grandes aventuras.
Desde ese día, Lucas seguía siendo el mismo niño feliz que fue. A veces, en las mañanas en que un poco de pereza aún se insinúa, Lucas recordaba a su alarmita pollito y sonreía, porque sabía que siempre podía contar con su propia voluntad para comenzar un nuevo día con alegría y curiosidad.
Y así, con el tiempo, Lucas se convirtió en un niño que siempre llegaba puntual al colegio, listo para aprender y vivir nuevas aventuras.
FIN.