El Misterio de la Alcantarilla
Diego era un chico de 13 años, curioso y algo soñador. Un día, mientras caminaba por su barrio, distraído con pensamientos sobre aventuras y misterios, no vio el hueco en la vereda. En un abrir y cerrar de ojos, cayó en una alcantarilla.
Cuando se repuso, se dio cuenta de que no estaba en su barrio. El aire era fresco y diferente, y una luz brillante iluminaba el lugar. Diego se levantó y miró a su alrededor, asombrado. El paisaje era surrealista: árboles de colores vibrantes, flores que emitían un suave resplandor y un cielo que cambiaba de color en cada instante.
"¿Dónde estoy?" se preguntó. Justo en ese momento, una criatura pequeña y curiosa se le acercó. Tenía alas que parecían de cristal y una sonrisa amable.
"¡Hola! Me llamo Lira. Bienvenido a Terraluz. Has llegado en un momento especial."
"¿Terraluz? ¿Cómo llegué aquí?"
"La alcantarilla es un portal que conecta distintos mundos. Pero no te asustes, hay un motivo por el cual te ha traído aquí."
Diego, intrigado, decidió seguir a Lira. Mientras caminaban, ella le contó que Terraluz estaba atravesando dificultades. Las pequeñas criaturas que habitaban el lugar estaban perdiendo su color y alegría porque la caja de la creatividad se había cerrado, y solo un corazón valiente podía abrirla nuevamente.
"¿Pero qué tengo que hacer? Soy solo un chico normal..."
"Nunca subestimes lo que un corazón valiente puede lograr. Necesitamos que encuentres tres llaves mágicas para reactivar la caja."
Diego aceptó el desafío. La primera llave estaba custodiada por unas nubes que no paraban de reír. Para obtenerla, debía hacerlas reír aún más. Diego recordó un chiste que había escuchado, y con su humor, logró que las nubes estallaran en carcajadas, liberando la primera llave.
"¡Bravo!" exclamó Lira.
"Ahora vamos por la segunda. Está en el Lago de los Susurros. Debes escuchar lo que el lago quiere contarte."
Cuando llegaron al lago, Diego se sentó a la orilla y prestó atención. El agua murmuraba historias de amistad y valentía. Después de un rato, comprendió que la clave estaba en el entendimiento. Sus palabras sinceras mostraron su respeto hacia el lago, y este le entregó la segunda llave.
"¡Solo falta una!" dijo Lira, emocionada.
"¿Dónde está?"
"En la Montaña de los Vientos. Pero ten cuidado, porque allí habita un dragón."
Diego sintió un nudo en el estómago, pero recordó las dos llaves que ya había conseguido. Cuando llegó a la montaña, vio al dragón, que parecía enfadado y triste.
"¿Por qué estás triste, dragón?" preguntó Diego, acercándose con cautela.
"He perdido mi brillo. Nadie ha venido a jugar conmigo."
Diego se sentó al lado del dragón. Juntos comenzaron a contar historias y jugar, hasta que el dragón volvió a reír, brillando con colores luminosos.
"Gracias, pequeño valiente. Aquí tienes la última llave.
"Ahora juntos, volvamos a la caja de la creatividad."
Con las tres llaves en mano, Diego y Lira se dirigieron a un gran cofre en el centro de Terraluz. Con un soplo de imaginación, Diego giró las llaves y la caja se abrió, liberando un torrente de colores y risas que iluminó el cielo.
"¡Lo has logrado!" gritó Lira, llena de alegría.
Diego sonrió, pero sabía que era hora de regresar.
"¿Puedo volver a visitarlos?"
"Siempre serás bienvenido. No olvides que con valentía y creatividad, puedes hacer maravillas en cualquier mundo."
Finalmente, un nuevo portal se abrió y Diego se despidió de sus nuevos amigos. Al volver a su barrio, se dio cuenta de que había aprendido que la imaginación y el valor podían cambiar el mundo, y que debía mantener esos valores en su vida diaria.
Con una sonrisa, caminó por la vereda, sintiéndose más libre y poderoso que nunca. Nunca más vería las alcantarillas como simples desagües, ahora eran portales a nuevas realidades.
"El mundo está lleno de oportunidades", pensó, mientras el sol se ponía en el horizonte.
FIN.