El Misterio de la Biblioteca Brillante
Era una tarde tranquila en San Felipe. Tomás y Emilio, dos amigos inseparables, decidieron pasar un rato en el parque después de la escuela. Mientras jugaban en los columpios, escucharon a su vecino, el señor García, hablando con el cartero al borde de la plaza.
- Anoche vi una luz extraña dentro de la biblioteca - dijo el señor García en un tono de misterio que llamó la atención de los chicos.
- ¿Qué luz? - preguntó el cartero, visiblemente intrigado.
- Una luz brillante, que parecía danzar entre los libros. No pude dormir bien pensando en eso - contestó el señor García, mirando a los lados como si temiera que alguien lo escuchara.
Tomás y Emilio se miraron emocionados.
- Che, ¿no te gustaría investigar eso? - sugirió Tomás.
- ¡Sí! Tal vez sea un tesoro escondido - respondió Emilio con los ojos brillantes de aventura.
Después de despedirse del señor García y el cartero, los chicos decidieron dirigirse a la vieja biblioteca de San Felipe. Cuando llegaron, las grandes puertas de madera parecían balbucear secretos. Hasta había un pequeño letrero que decía: 'CERRADA POR RENOVACIÓN'.
- No podemos dejar que eso nos detenga - dijo Tomás. - Vamos a mirar por la ventana.
Se acercaron con cuidado y vieron una luz brillante viniendo del interior.
- ¡Ahí está! No es nuestra imaginación - exclamó Emilio.
Decididos, los dos amigos rodearon la biblioteca y encontraron una pequeña puerta trasera entre los arbustos. Con un poco de esfuerzo, lograron abrirla.
Una vez adentro, la biblioteca era aún más mágica de lo que habían imaginado. Las estanterías estaban repletas de libros antiguos y una suave luz amarilla iluminaba el lugar. Pero el verdadero misterio era un extraño libro en el centro de una mesa, que irradiaba esa luz brillante.
- ¿Qué libro es ese? - preguntó Emilio, acercándose al ejemplar.
- No lo sé, pero tiene un candado - respondió Tomás, intrigado.
- Tal vez si buscamos en los otros libros podamos encontrar la llave - sugirió Emilio.
Así que comenzaron a revisar los libros uno por uno. Mientras buscaban, se encontraron con un viejo diario que pertenecía a un antiguo bibliotecario.
- Escuchá esto: 'La luz es la sabiduría, el conocimiento está escondido entre las páginas' - leyó Tomás. - ¿Qué querrá decir?
De repente, la luz del libro comenzó a parpadear, como si hubiera encontrado respuesta a su búsqueda.
- ¡Esperá! - gritó Emilio. - Tal vez si leemos en voz alta lo que dice el diario, el libro se abrirá.
Tomás asintió y juntos comenzaron a leer el pasaje del diario. A medida que sus voces resonaban en la biblioteca, la luz del libro se intensificó, y en un instante, el candado se abrió mágicamente.
Los dos amigos se miraron con asombro y abrieron el libro. Sorprendentemente, las páginas estaban llenas de historias sobre la ciudad y sus heroes olvidados.
- ¡Esto es increíble! - gritó Emilio. - Hay cuentos que no se han contado en años.
- Sí, ¡y hay tantas lecciones que aprender de ellos! - agregó Tomás, ya lleno de ideas.
Decidieron que, en lugar de quedárselo para ellos, tenían que compartir esas historias. Tomás propuso que organizaran un taller de cuentos en la biblioteca. Así, invitarían a otros niños a escuchar y aprender sobre la historia de su ciudad.
Poco tiempo después, junto al señor García y el cartero, la biblioteca se llenó de risas y voces curiosas. Los chicos contaron las historias mágicas que habían encontrado y todos aprendieron algo nuevo sobre su comunidad.
- Miren cómo brillan los ojos de la gente - dijo el señor García, orgulloso. - No hay mayor tesoro que el conocimiento.
Y así, la biblioteca que una vez estuvo cerrada, se convirtió en un lugar vivo de aventuras, donde cada página traía una nueva luz a la vida de los pequeños y grandes de San Felipe. Tomás y Emilio habían encontrado algo más valioso que cualquier tesoro: la magia de contar historias y aprender juntos. Con cada cuento, la luz en la biblioteca seguía brillando.
- Y prometer nunca dejar de explorar las maravillas que nos ofrecen los libros - concluyó Emilio, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
- ¡A siempre, amigo! - contestó Tomás.
Ambos comprendieron que la verdadera aventura estaba en los libros, que cada página podría llevarlos a un nuevo mundo de conocimientos, amistad y risas.
Desde ese día, cada vez que alguien veía una luz extraña en la biblioteca, sabía que era la chispa de la imaginación en acción.
FIN.