El misterio de la caja navideña



Era una mañana fría de Navidad. El sol brillaba en el cielo, pero yo, un pequeño cachorro negro, estaba en un dilema. No sabía qué pedirle a Santa.

Mientras todos en casa se preparaban para la celebración, algo llamó mi atención. Un llanto suave resonaba desde afuera. Decidí investigar, y cuando me asomé, vi una misteriosa caja en el patio que se movía sola.

- ¿Qué será eso? - me pregunté, sintiéndome un poco asustado.

Con cuidado, me acerqué a la caja. Mi madre estaba demasiado ocupada decorando para notar lo que sucedía. El llanto se hacía más fuerte. No podía resistir la curiosidad, así que con un pequeño empujoncito de mi patita logré volcar la caja.

De repente, un pequeño cachorro juguetón salió brincando de la caja. Su pelaje era de un negro brillante y tenía unos ojos grandes y curiosos.

- ¡Hola! - dijo saltando. - Soy Tobi. ¿De dónde has salido?

- No lo sé - respondí, algo confundido pero emocionado. - Escuché un llanto y me encontré con esta caja.

- Yo estaba dentro porque Santa me trajo aquí. - dijo Tobi, moviendo su cola. - Pero no sé cómo salir.

Ambos empezamos a jugar y a correr por el jardín. Era muy divertido, pero luego me di cuenta de que tenía que regresar dentro antes que mi madre se diera cuenta de que había salido.

- ¿Querés que juguemos un rato más? - preguntó Tobi.

- ¡Claro! - le respondí. Nos divertimos mucho rodando por el pasto y persiguiéndonos unos a otros. Pero de pronto, escuché la voz de mi madre llamándome. Yo sabía que no podía preocuparla.

- Debo irme - le dije a Tobi. - Pero no quiero que te quedes solo.

- No te preocupes, ya estoy aquí y seguro que mi verdadero dueña vendrá a buscarme muy pronto. ¿Por qué no me acompañas a casa para que no esté solo? - sugirió Tobi con una sonrisa.

Esa idea me pareció genial y decidimos juntos salir a buscar ayuda. Caminamos por el vecindario, preguntando a los demás perros si habían visto a un humano que buscara a un pequeño cachorro.

Un perro mayor nos vio y nos dijo: - Tal vez podés encontrarlo en la plaza, siempre hay gente buscando mascotas en este tiempo de Navidad.

Así que fuimos a la plaza, donde había muchos humanos admirando los árboles decorados. Mientras buscábamos, pensé en mi familia y en cómo sería compartir mi hogar con mi nuevo amigo. Pero también sabía que Tobi debía volver con quien lo quería.

Entonces, de repente, una niña se acercó corriendo, con los ojos llenos de lágrimas.

- ¡Tobi! - gritó llena de alegría. - ¡Te encontré!

Tobi se lanzó hacia ella y la niña lo abrazó con fuerza.

- ¡Estaba tan preocupada! - dijo, acariciando su pelaje.

Miré a Tobi y su sonrisa, y supe que había hecho lo correcto. Aunque hubiera querido que se quedara, él tenía a quien querer y a quien volver.

- Te veo después, amigo. - le dije.

- ¡Claro! Siempre seremos amigos. - respondió Tobi, mientras su dueña lo llevaba de regreso a casa.

Regresé a la mía con un corazón cálido. Comprendí que la Navidad no se trataba solo de regalos o de recibir cosas, sino de compartir momentos especiales, ayudar a los demás y nunca dejar de buscar lo que realmente importa.

Desde ese día, cada Navidad la celebramos con alegría, siempre recordando que a veces un pequeño acto de bondad puede hacer una gran diferencia en la vida de alguien. Y claro, siempre tengo en mente que el amor y la amistad son los mejores regalos.

FIN.

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