El Misterio de la Carta de Yesid



Era un día soleado en la escuela primaria San Martín. Yesid, un niño de ojos brillantes y sonrisa tímida, había decidido que era el momento de declararse a la chica que le había robado el corazón: Melissa. Con una mano temblorosa, escribió una carta que decía: "Melissa, me pareces muy bonita y quiero que seas mi novia". A pesar de los nervios, decidió dejarla en su mochila. Al terminar el recreo, se la entregó.

"- ¡Hola, Melissa! Te traje algo", dijo Yesid con una voz suave.

"- ¿Qué es?", preguntó Melissa, curiosa.

"- Una carta... leela cuando tengas un momento", respondió Yesid, mientras su corazón latía aceleradamente.

Cuando Melissa leyó la carta, su rostro se iluminó y, con una sonrisa radiante, aceptó ser su novia. Así empezó una bonita relación que parecía perfecta.

Pasaron tres meses llenos de juegos, risas y secretos compartidos. Pero un día, todo comenzó a complicarse. Al volver de las vacaciones de invierno, Melissa llegó a la clase con una mirada triste. Yesid se preocupó.

"- ¿Qué te pasa, Melissa?", le preguntó.

"- No puedo creer que en clase no me dejen jugar al fútbol con vos y los chicos. Eso me pone muy mal", dijo ella, con los ojos llenos de lágrimas.

Yesid, que había olvidado cómo era jugar con los otros, dijo: "- Pero siempre puedes jugar al lado nuestro. No tienes que estar triste por eso. "

Sin embargo, la tristeza de Melissa parecía crecer. La semana siguiente, en el recreo, la escuchó hablar con sus amigas: "- Creo que Yesid no quiere que juegue con él..." Eso lo hirió.

"- ¡No es así!", gritó Yesid, después de escucharla.

"- Entonces, ¿por qué no me invitas a jugar?", preguntó Melissa confundida.

"- ¡Porque pensé que preferías estar con tus amigas!", respondió Yesid.

La tensión crecía entre ellos. La relación que había comenzado a florecer se estaba marchitando. Llorando, Melissa dejó a Yesid en el patio y se alejó.

Los días siguientes fueron aún peores. Yesid decidió escribirle otra carta pero esta vez no sabía qué decir. Finalmente, optó por el camino sencillo: hablar.

En un día soleado, se sentó al lado de Melissa durante el almuerzo.

"- Melissa, ¿podemos hablar?", dijo Yesid.

"- ¿Qué pasa?", preguntó ella, visiblemente molesta.

"- Quiero que sepas que me importa mucho nuestra amistad. Si hay algo que te molesta, prefiero hablarlo", dijo él.

Melissa miró al suelo y al fin se soltó: "- A veces me siento excluida. Me gustaría jugar al fútbol con ustedes..."

"- ¿Y por qué no me dijiste antes?", preguntó Yesid, un poco confundido.

"- Pensé que no quería que lo hiciera...", respondió.

Yesid se sintió un poco tonto por no haberlo notado. "- De ahora en adelante, seremos un equipo. ¿Te gustaría jugar juntos?"

Ella sonrió, y por primera vez en días, tanto Yesid como Melissa sintieron una carga más ligera.

Así que, a la semana siguiente, Yesid la invitó a jugar fútbol con él y sus amigos. Al principio, los chicos no estaban seguros.

"- ¿Está bien que ella juegue?", preguntó uno de ellos.

"- ¡Sí! Ella puede ser parte del equipo. ¡Cuantos más seamos, mejor!", respondió Yesid con determinación.

Y así, cada recreo, sí, jugaron juntos. Por fin, Melissa se sintió incluida.

"- Gracias, Yesid. Hiciste que todo fuera mejor", le dijo una tarde tras un partido.

"- Gracias a vos. Aprendí que a veces, hay que hablar y escuchar para que no se malinterpreten las cosas", contestó Yesid sonriendo.

Pasaron los meses y su amistad floreció más que nunca, nunca olvidando que la comunicación es clave en cualquier relación. Y lo más importante, solían divertirse juntos, aprendiendo y creciendo.

FIN.

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