El Misterio de la Casa Abandonada



Era una tarde soleada en el pueblo de Villa Pura, donde los niños solían jugar y explorar los rincones del vecindario. En el centro del pueblo, había una casa antigua que muchos decían que estaba embrujada. Era grande y oscura, con ventanas rotas y un jardín lleno de malezas. La historia de la casa decía que estaba habitada por fantasmas, zombis y criaturas extrañas, como murciélagos, arañas, ratones y cucarachas, pero ningún niño se había atrevido a entrar.

Un día, un joven explorador llamado Lucas decidió que era hora de investigar. Tenía apenas diez años, pero su curiosidad y valentía siempre lo llevaron a aventuras inusuales. Con su linterna y una mochila llena de provisiones, Lucas se acercó a la casa abandonada.

"¿Qué tal, casa embrujada? Hoy vengo a conocerte", dijo Lucas con una sonrisa.

Entró por la puerta chirriante que, para su sorpresa, se abrió con facilidad. Lucas iluminó el pasillo con su linterna. Las paredes estaban cubiertas de polvo y telarañas, pero eso no lo detuvo. A medida que caminaba, escuchó un suave murmullo.

"¿Escucharon eso?", se preguntó y avanzó hacia la sala de estar. Allí encontró un sofá viejo y una gran cortina que oscurecía la luz del sol. Cuando la levantó, descubrió un grupo de ratones que corrían de un lado a otro, asustados por su llegada.

"No se asusten, pequeños amigos", les dijo Lucas. "Solo estoy aquí para investigar".

De repente, un murciélago apareció volando por la habitación. Lucas retrocedió un paso, pero cuando vio que el murciélago no era agresivo, decidió quedase quieto. El murciélago, curioso, se posó en el respaldo del sofá.

"¡Hola! No hay nada de qué temer. Estoy de paso, ¿me puedes indicar si hay fantasmas por aquí?", bromeó Lucas, riéndose de su propio miedo.

Con un nuevo aire de confianza, siguió explorando y llegó a la cocina. Era un lugar tenebroso, lleno de sombras. Allí encontró viejas latas de comida y, entre todas, una pequeña cucaracha que lo miraba con curiosidad.

"¡Epa! ¿Quién diría que encontraría una amiga aquí?", dijo Lucas mientras la cucaracha corría en círculos a su alrededor.

De pronto, algo se movió en el rincón. Lucas, emocionado y con un poco de miedo, apuntó su linterna hacia el ruido y encontró una sombra. Era un gato negro que se estiraba perezosamente, a punto de despertarse. Lucas se rió aliviado.

"¡Vaya, no era un zombi! Matías, vení a ver a nuestro nuevo amigo", gritó lucas mientras se asomaba por la ventana que daba al jardín.

Matías, su perro, apareció corriendo para unirse a la aventura. Juntos, Lucas y Matías siguieron investigando la casa, hasta que llegaron a una habitación en el segundo piso. Allí, las paredes estaban decoradas con fotos antiguas.

Lucas se quedó completamente sorprendido. Las fotos mostraban a una familia feliz que había vivido allí hace muchos años. En una de las fotos, reconoció a un niño que se parecía mucho a él.

"Esto es increíble, Matías. Tal vez esta casa no sea tan terrorífica después de todo. Tal vez esté llena de historias que contar", dijo Lucas mientras acariciaba la cabeza de su perro.

Con cada paso que daba, Lucas comenzó a sentir que la casa ya no le daba miedo. Era un lugar lleno de recuerdos, de risas y de aventuras pasadas. Decidió que en lugar de asustarse, podría hacer algo bueno.

"Voy a cuidar de esta casa. Puede que un día otros niños se atrevan a venir, y quiero que sientan lo que yo siento ahora", dijo decidido. Así que decidió volver con sus amigos del barrio y juntos limpiar el lugar, regresándole la vida.

Desde aquel día, la casa dejó de ser un lugar temido y se convirtió en el centro de encuentros y juegos para todos los niños del pueblo. Lucas, con su inquebrantable espíritu explorador, se transformó en el héroe de Villa Pura, demostrando que a veces lo que nos parece aterrador, es solo una historia esperando ser contada.

Al final, la casa abandonada no era más que un viejo refugio de memorias, y gracias a la valentía y curiosidad de Lucas, volvió a brillar con la risa de los niños.

FIN.

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