El Misterio de la Casa Embrujada



Era un día soleado en el pequeño pueblo de Villacuentos, donde un niño llamado Lucas pasaba las tardes jugando con sus amigos. Lucas vivía con sus abuelos, quienes siempre le contaban historias sobre la casa embrujada que se encontraba al final de la calle. Decían que nadie se atrevía a acercarse porque había un fantasma que merodeaba por allí. Pero eso no intimidaba a Lucas ni a su mejor amigo Javier.

- ¡Vamos a jugar a la pelota, Lucas! - exclamó Javi, con su entusiasmo desbordante.

Los chicos comenzaron a patear la pelota por el parque. Risas y gritos de alegría resonaban en el aire. Pero en un descuido, Javi lanzó la pelota con tanta fuerza que esta voló hacia la casa embrujada.

- ¡Nooo! ¡La pelota! - gritaron al unísono.

- No puede ser, Javi. ¿Por qué la tiraste ahí? - se lamentó Lucas, viendo cómo la pelota rebotaba en el umbral de la puerta.

- No te preocupes, voy a buscarla - dijo Javi, con una sonrisa desafiante.

Lucas no podía creer lo que hacía su amigo.

- ¡Es peligroso! ¡No entres ahí! - gritó Lucas, pero Javi ya había cruzado la puerta, perdiéndose en la oscuridad.

Pasaron los minutos y Lucas empezó a sentir que algo andaba mal. Se asomó por la puerta y gritó:

- ¡Javi! ¡Salí! ¡No es una buena idea estar ahí!

Pero no hubo respuesta. Un silencio aterrador envolvió la casa.

Con el corazón en la garganta, Lucas decidió que debía hacer algo. Recordó una de las historias de sus abuelos, en la que un valiente héroe siempre superaba los miedos.

- Tengo que ser valiente - se dijo a sí mismo, y decidió entrar.

Con los pies temblando, Lucas cruzó la puerta. El aire estaba frío y olía a polvo. Las paredes estaban cubiertas de telarañas y desde lejos, una luz tenue iluminaba un pasillo. El corazón le latía fuerte mientras avanzaba lentamente.

- ¡Javi! ¿Estás ahí? - llamó una vez más, intentando ocultar su miedo.

Y, de repente, una sombra apareció. Lucas se paralizó al ver un fantasma, que flotaba en el aire. Tenía una mirada triste.

- ¡Ayudame! - dijo el fantasma con voz suave.

- ¿Tú… tú necesitas ayuda? - preguntó Lucas sorprendido.

- Sí. Hace muchos años, mis amigos se fueron y me dejaron solo. A veces asusto a la gente porque estoy triste. Tengo miedo de volver a sentirme solo - respondió el fantasma, dejando caer una lágrima que brilló como una estrella.

Lucas comprendió que el fantasma no era malo, simplemente estaba triste.

- No te preocupes, yo te ayudaré. Pero primero debo encontrar a mi amigo Javier - dijo Lucas con determinación.

- ¡Él está en mi sala de juegos! - indicó el fantasma, señalando una puerta.

Apresurado, Lucas corrió hacia la sala de juegos y encontró a Javi, que estaba buscando la pelota debajo de un viejo sillón.

- ¡Javier! - gritó Lucas, aliviado de verlo.

- ¡Lucas! ¡No sabía que habías entrado! ¡Mirá! - dijo Javi, levantando la pelota.

Los dos amigos se sintieron felices, pero también recordaron el fantasma.

- Vamos a ayudarlo, Javi. Está solo y asustado - propuso Lucas.

Ambos se acercaron al espíritu.

- No tienes por qué estar solo. Te prometemos que podemos ser tus amigos - dijo Javi con sinceridad.

El fantasma sonrió y por primera vez, su figura parecía más luminosa.

- ¿De verdad? - preguntó, con un destello de esperanza en sus ojos.

- Claro que sí. Podemos venir a jugar y traerte historias de aventuras - respondió Lucas.

Y así, los tres se hicieron amigos. Javi y Lucas visitaban la casa embrujada y juntos inventaban juegos y relatos. Con cada visita, el fantasma se sentía más alegre y su tristeza desaparecía con las risas de los chicos.

Un día, mientras jugaban, el fantasma se transformó en luces brillantes que danzaban alrededor de ellos, simbolizando su felicidad.

- Gracias, chicos. Ahora sé que la amistad puede vencer el miedo - dijo el espíritu, ya en paz.

Desde entonces, la casa embrujada dejó de ser un lugar temido y se convirtió en un lugar lleno de risas y juegos.

Lucas y Javi aprendieron que a veces, los lugares o las personas que parecen aterradoras tienen historias ocultas, y que con un poco de valentía y amistad, todo es posible. ¡Incluso hacer amigos donde menos lo esperas!

Y así, el misterio de la casa embrujada se transformó en un rincón de felicidad en Villacuentos.

FIN.

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