El misterio de la casa encantada



Era la noche de Halloween y cuatro amigas, Lila, Cami, Sofi y Vale, decidieron pasar la noche en casa de Lila, que estaba llena de sorpresas, juegos y sobre todo, cuentos de terror. Esa noche, se pusieron disfraces divertidos y prepararon palomitas para ver películas. Cuando el reloj marcó la medianoche, decidieron contar historias de miedo para asustarse un poco.

"¡Yo empiezo!" gritó Lila con una sonrisa traviesa. "Érase una vez, una casa llena de sombras que nadie se atrevía a visitar..."

Las chicas no podían evitar reírse, y entre historias y risas, se quedaron dormidas.

De repente, se sintieron sobresaltadas por un ruido extraño. Al abrir los ojos, se dieron cuenta de que ya no estaban en la casa de Lila.

"¿Dónde estamos?" preguntó Cami, asustada.

"Esto no es nuestra casa... ¡Es una casa antigua!" añadió Vale, mirando las paredes cubiertas de telarañas.

"Y parece que estamos solas..." dijo Sofi con voz temblorosa.

Las amigas se miraron, les dio un escalofrío, pero decidieron explorar. Con una linterna en mano, comenzaron a recorrer la casa. A medida que avanzaban, cada habitación estaba llena de misterios. Un viejo piano que tocaba una melodía sola, cuadros que parecían observarlas y hasta un reloj que avanzaba en reversa.

"Esto es muy raro, chicas. ¿Y si estamos atrapadas aquí?" comentó Sofi.

"No entres en pánico, busquemos una salida", sugirió Cami valientemente.

Mientras tanto, un gato negro apareció de repente y las guió hacia la biblioteca. Ahí, encontraron un libro polvoriento titulado "Los secretos de la casa encantada".

"¿Lo leen?" preguntó Vale curiosa.

"Sí, capaz que nos da pistas para salir de aquí", propuso Lila mientras abría el libro con cuidado.

Al leer, descubrieron que la casa no estaba embrujada, sino que había sido un lugar donde se reunían amigos para contarse historias y compartir momentos divertidos. El libro tenía la clave para regresar a su hogar: tenían que contar la historia más divertida que conocieran.

"Vamos a recordarlo todo, ¿qué tal si contamos nuestra historia de Halloween?" sugirió Sofi emocionada.

"¡Buena idea! Mientras más locuras pongamos, mejor!" exclamó Cami.

Así que las cuatro comenzaron a contar su propia historia de Halloween a medida que pasaban por las diferentes habitaciones. Contaron cómo se habían disfrazado, cómo dieron miedo a algunos chicos del barrio, y hasta sus anécdotas más graciosas. Al hacerlo, la casa empezó a iluminarse, como si la alegría de sus recuerdos la llenara de vida.

Finalmente, cuando contaron la parte más divertida, un gran destello de luz llenó la habitación donde estaban.

"¿Qué está pasando?" gritó Vale.

"¡Mirad! ¡Las paredes se están desvaneciendo!" respondió Lila.

Y en un abrir y cerrar de ojos, las cuatro amigas se encontraron de vuelta en la casa de Lila, como si nada hubiera pasado.

"¿Fue un sueño?" preguntó Sofi.

"No lo sé, pero fue increíble" contestó Cami.

"Lo más importante es que aprendimos a nunca tener miedo de los lugares desconocidos, porque la magia puede estar en las historias que contamos y en los amigos con quienes las compartimos" agregó Lila.

Y así, celebraron su noche de Halloween con la promesa de contar siempre historias juntas, sin importar dónde se encontraran. Porque en realidad, la verdadera magia estaba en su amistad.

Desde aquel día, cada Halloween se reunían para recordar su aventura y crear nuevas historias, asegurándose de que la magia y las risas nunca faltaran en sus vidas.

FIN.

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