El Misterio de la Casa Esquina



En un pequeño pueblo de Argentina, había una casa que todos los niños evitaban. Era una casa antigua, con ventanas cubiertas de polvo y paredes llenas de grietas. Nadie sabía quién vivía allí, pero se decía que un viejo se había mudado hacía años, y desde entonces, extraños ruidos salían de su interior. Un día, un grupo de amigos, Lucas, Sofía y Tomás, decidieron que era hora de descubrir la verdad.

"- No puedo creer que vayamos a hacer esto," dijo Lucas, mirando la casa desde la vereda.

"- ¿Tenés miedo?" le preguntó Sofía con una sonrisa desafiante.

"- ¡No! Solo... es que nunca antes estuve tan cerca de la casa," respondió Lucas, nervioso.

Con determinación, los tres se acercaron a la puerta principal. La madera crujió al ser tocada, y Lucas, con el corazón latiendo a mil por hora, empujó con suavidad. La puerta se abrió con un chirrido, revelando un largo pasillo desordenado.

"- ¿Escucharon eso?" susurró Tomás, mirando hacia atrás. Se oyó un golpe sordo en el fondo de la casa. Los tres se miraron con ojos grandes.

"- Debemos seguir," dijo Sofía, tratando de aparentar valentía. Avanzaron por el pasillo y se asomaron a las habitaciones, que estaban llenas de muebles cubiertos de sábanas blancas. Cada sombra parecía moverse, pero eran solo el viento y su imaginación.

Mientras exploraban, encontraron una vieja caja en una de las habitaciones. Estaba cubierta de polvo y tenía un candado oxidado.

"- ¿Qué hay dentro?" preguntó Tomás, tocando la caja con curiosidad.

"- No lo sabemos, pero deberíamos encontrar una forma de abrirla," dijo Lucas, más intrigado que nunca.

Decididos a descubrir su contenido, buscaron por toda la casa hasta que encontraran una herramienta metálica entre los escombros.

"- ¡Esto podría funcionar!" exclamó Lucas.

Después de varios intentos, el candado finalmente cedió. Los tres abrieron la caja y encontraron un diario viejo. Las páginas estaban amarillentas, pero aún se leía la escritura de un niño que había vivido ahí hace muchos años. Contaba historias sobre escapadas, jueguitos en el jardín y aventuras en la plaza del barrio.

"- Miren, este lugar solía ser tan divertido..." dijo Sofía, con una mezcla de nostalgia y tristeza. "- La casa no siempre fue así, abandonada. Debió ser un hogar feliz."

Mientras leían, comenzaron a entender que el viejo no era un monstruo, sino alguien que dependía de la compañía. La soledad aumentaba cada día, y eso se reflejaba en el estado de la casa. La razón por la que todos evitaban la casa no era completamente injustificada; el viejo simplemente había sido olvidado.

"- Tal vez deberíamos hacer algo," sugirió Tomás. "- Podemos venir a jugarle, limpiar el jardín, y quizás hacerle alguna visita. Después de todo, todos quieren compañía."

Decididos, los amigos comenzaron a planear ideas sobre cómo traer alegría a la casa de la esquina. Volvieron al día siguiente, y entonces empezaron a visitar al viejo. Resultó que era muy amable, y agradecido de volver a tener chicos cerca.

Con el tiempo, la casa volvió a ser un lugar alegre, lleno de risas y juegos. El viejo, que se llamaba Don Horacio, se convirtió en el abuelo adoptivo del barrio. La historia del miedo y el misterio dio paso a una nueva historia de amistad y comunidad.

"- Nunca se sabe lo que hay detrás de una puerta cerrada," decía Don Horacio a los chicos. "- A veces, les da miedo, pero pueden encontrar cosas hermosas si tienen el valor de mirar dentro."

Así, lo que comenzó como un oscuro secreto, se transformó en un hermoso vínculo entre generaciones. Los niños aprendieron que la empatía y la acción pueden cambiar cualquier historia trágica en algo lleno de luz y alegría.

FIN.

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