El misterio de la casita del abuelo
Era una soleada mañana de primavera cuando Emma y Abril llegaron a la finca de su abuelo. La brisa suave y el canto de los pájaros hacían que todo pareciera mágico. Pero lo que más emocionaba a las hermanas era la casita de juegos que su abuelo había construido para ellas. Era pequeña y colorida, decorada con flores pintadas y rodeada de un pequeño jardín lleno de mariposas.
- ¡Mirá, Abril! -gritó Emma mientras corría hacia la casita- ¡Es tan linda! No puedo esperar para jugar.
- Sí, ¡es la mejor! -respondió Abril con una sonrisa amplia mientras acariciaba a su gato, Yuri, que la seguía con curiosidad- Yuri también quiere jugar.
Entraron a la casita y comenzaron a explorar. Había una mesita con sillas, una pequeña cocina y muchas pinturas y colores. Pero lo que más llamó su atención fue un viejo baúl en una esquina.
- ¿Qué habrá adentro? -preguntó Abril, intrigada.
- ¡Vamos a averiguarlo! -exclamó Emma, emocionada.
Abril, con un poco de esfuerzo, abrió el baúl y, para su sorpresa, encontró un montón de objetos curiosos: muñecos de trapo, libros viejos y un mapa desgastado.
- ¿Un mapa? -dijo Abril mientras lo extendía- Parece un mapa del tesoro.
- ¡Vamos a buscar el tesoro! -replicó Emma con los ojos brillantes.
Decidieron seguir el mapa, que las llevó por todo el jardín de su abuelo. Mientras caminaban, se encontraron con un arbusto lleno de flores.
- ¡Mirá, esas flores son preciosas! -dijo Abril.
- Sí, ¡pero el mapa dice que sigamos hacia el lago! -respondió Emma, que no quería perderse la búsqueda.
Llegaron al lago, donde vieron un pequeño bote de remo.
- ¿Y si usamos el bote para buscar el tesoro en el agua? -sugirió Abril.
- ¡Buena idea! -contestó Emma, entusiasmada. Juntas remaron hacia el centro del lago, y con cada remada, su emoción aumentaba. De repente, una onda despertó la curiosidad de Yuri, que asomó sus patas por el borde del barco.
- Cuidado, Yuri. ¡No te asomes tanto! -dijo Abril, riendo.
Mientras reían, el bote se movió y se dieron cuenta de que algo brillaba en el fondo del lago.
- ¡Emma, mirá eso! -gritó Abril. Ambas se inclinaron hacia adelante, y con un movimiento, el bote comenzó a balancearse.
De repente, ¡Splash! ¡Cayeron al agua!
- ¡Yuri! -gritaron juntas, mientras salían a la superficie, riendo y empapadas. El gato, aunque un poco asustado, se quedó en el bote, mirando cómo las chicas jugaban.
- ¡Esto es increíble! -dijo Emma, riendo.
Finalmente, lograron salir del lago, y tras un pequeño descanso y risas, volvieron a la orilla. Se sentaron a secarse bajo el sol, cansadas pero contentas.
- Aunque no encontramos un tesoro, esto fue la mejor aventura -dijo Abril.
Pero entonces, cuando se estaban por ir, Emil, un chico que vivía cerca, apareció con algo brillante en la mano.
- ¡Chicas! ¡Miren lo que encontré en el lago! -dijo, mostrándoles una pequeña caja dorada.
- ¡Es el tesoro! -gritaron al unísono.
Abrieron la caja y dentro había monedas brillantes y un par de medallas.
- No podemos quedarnos con esto -dijo Emma- ¡Deberíamos llevarle una medalla a abuelo!
Las hermanas, junto a Emil y su gato Yuri, volvieron a la casita, donde encontraron a su abuelo relajándose en una hamaca.
- Abuelo, ¡mira qué encontramos! -dijo Abril, mostrándole la caja.
- ¡Por los dioses! -exclamó el abuelo, sorprendido- ¡Es un tesoro de verdad!
Las hermanas decidieron compartir la historia del mapa y cómo habían encontrado el tesoro.
- ¿Ves? El verdadero tesoro es la aventura que vivimos -dijo Emma.-
- Sí, y la amistad que compartimos. -agregó Abril mientras acariciaba a Yuri.
Desde ese día, Emma y Abril no solo disfrutaron de su hermosa casita de juegos, sino que aprendieron que la verdadera riqueza está en las experiencias y los momentos compartidos.
Y así, cada vez que jugaban en la casita, hacían nuevos planes de aventuras, recordando siempre que lo más importante era estar juntas y seguir explorando el mundo que les rodeaba.
FIN.