El Misterio de la Chica en la Ruta



Había una vez un camionero llamado Rubén que recorría largas distancias en su gran camión. Era un día soleado y Rubén disfrutaba del paisaje mientras escuchaba música. De repente, vio a una chica al costado de la ruta, donde el asfalto se encontraba con el campo. Ella levantaba la mano pidiendo ayuda.

"¡Eh, chiquita! ¿Estás bien?" - gritó Rubén, deteniendo el camión a un lado de la carretera.

La chica, de unos diez años, se acercó corriendo. Tenía un vestido amarillo y una sonrisa ansiosa.

"Hola, señor. Me he perdido. Mis amigos fueron a buscar flores y yo me quedé atrás. ¿Podrías ayudarme a encontrarlos?" - dijo la niña.

Rubén, preocupado y con ganas de ayudar, asintió.

"¡Claro que sí! Súbete al camión. Te llevaré a buscar a tus amigos." - le respondió, mientras le abría la puerta del camión.

Mientras avanzaban por la ruta, Rubén miraba de reojo a la niña cada vez que podía. Ella parecía tranquila, pero había algo curioso en su mirada, como si estuviera mirando algo muy lejos.

"¿Cómo se llaman tus amigos?" - le preguntó Rubén para hacerla hablar.

"Se llaman Tomás y Lila. A veces jugamos juntos en el bosque cerca de mi casa." - dijera la chica.

Rubén sonrió, sintiéndose útil mientras pensaba en cuántas aventuras había vivido él a su edad. Pero al mirar nuevamente a la niña, ya no estaba. Un escalofrío recorrió su espalda.

"¿Dónde te fuiste?" - gritó Rubén, horrorizado.

Miró hacia atrás, pero el camión vació. Se detuvo y salió del vehículo. No había rastro de la niña. Solo el canto de los pájaros y el murmullo de la brisa.

"Esto no puede estar pasando. Solo estaba aquí..." - murmuró para sí mismo, confundido y aturdido.

Rubén decidió que debía seguir adelante. Se subió al camión y continuó su ruta, pero la imagen de la niña no lo abandonó. Cuando llegó al siguiente pueblo, decidió contarle a la gente lo que había sucedido.

Al llegar, se encontró con una señora mayor.

"¡Señora! Vi a una niña perdida en la ruta. Necesitamos ayudarla a encontrar a sus amigos." - dijo Rubén con ansiedad.

La señora lo miró fijamente.

"Cariño, la niña de la ruta ya no vive aquí. A veces, su espíritu busca compañía para no sentirse sola. Ella va y viene, pidiendo ayuda a los camioneros que pasan." - explicó la señora.

Rubén sintió una mezcla de emociones: sorpresa, miedo, pero también empatía.

Esa noche, mientras dormía en su camión, Rubén pensó en la niña. Si era cierto que buscaba amigos, ¿tal vez él podría ayudar de alguna manera? Así que decidió hacer algo especial.

Al día siguiente, cargó el camión con juguetes y cosas para los niños del pueblo.

"Voy a ayudar a los que realmente lo necesitan. Si alguna vez vuelvo a ver a esa niña, quiero que sepa que estoy aquí para ayudarla, y que no está sola." - pensó Rubén.

Cada vez que pasaba por la ruta, dejaba algún juguete o golosina para los niños. Con el tiempo, escuchó que muchos niños del pueblo estaban felices con los obsequios y empezaron a jugar juntos, llenando el lugar de risas.

Un día, mientras manejaba, se sintió bien al pensar que quizás la niña estaba ahí, disfrutando de la compañía de los niños. Y aunque nunca volvió a verla, siempre guardó en su corazón la lección más valiosa: ayudar a los demás es el mejor regalo que uno puede dar.

Y así, Rubén siguió su camino, siempre atento, siempre dispuesto a ayudar, con la esperanza de que algún día, la niña feliz le sonriera de nuevo.

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Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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