El Misterio de la Cueva Resplandeciente



Caro, Mia y Clara eran tres amigas inseparables que vivían en un pequeño pueblo al borde de un bosque encantado. Un día soleado decidieron ir a explorar el bosque y se encontraron con una entrada a una cueva rodeada de árboles altos y misteriosos.

- ¡Miren! - expresó Clara con una voz emocionada - ¿Qué piensan que habrá dentro de esa cueva?

- ¡Vamos a enterarnos! - dijo Caro con valentía.

Mia, un poco más cautelosa, miró la cueva y dijo:

- ¿No deberíamos pensar en esto? Puede ser peligroso.

- ¡Ay, Mia! ¡Tienes que ser más aventurera! - exclamó Clara.

Finalmente, Mia aceptó y las tres amigas se adentraron en la cueva. Una vez dentro, lo primero que notaron fue que la cueva estaba iluminada por unas piedras que brillaban en tonos azules y verdes. Era un espectáculo hermoso.

- ¡Guau! - asombró Caro - ¡Miren esas piedras!

Las tres comenzaron a explorar, pero de repente, escucharon un eco.

- ¿Quién va? - gritó la voz de una criatura desde el fondo de la cueva.

- ¡Ay, no! - dijo Mia, tomándose de la mano de sus amigas. - No sé si deberíamos seguir adelante...

- Vamos, no puede ser algo terrible - tranquilizó Clara. - ¡Quizás sea un dragón bueno que necesita nuestra ayuda!

Intrigadas, siguieron caminando y se encontraron con un pequeño ser que parecía un duende, de ojos grandes y brillantes.

- ¡Hola! - saludó el duende. - Soy Lumo, el guardián de esta cueva.

- ¡Hola, Lumo! - respondieron las chicas al unísono.

- ¿Qué los trae por aquí? - preguntó Lumo.

- Vine a explorar - dijo Caro.

- Y yo a ver las piedras mágicas - añadió Clara.

- Yo solo venía con ellas - se encogió de hombros Mia.

- ¡Bien! Pero deben saber que esta cueva tiene una prueba - advirtió Lumo. - Si logran resolverla, podrán llevarse una de las piedras mágicas. Si no, quedarán atrapadas aquí... hasta que alguien más venga a resolverla.

Las amigas se miraron preocupadas.

- ¿Cuál es la prueba? - preguntó Caro intrigada.

- Deben responder esta adivinanza: "Soy ligero como el aire, pero si soplas, no estoy. Si me atrapas, te doy alegría, si me sueltas, te voy a dejar llorando. ¿Qué soy?"

Las chicas se quedaron pensativas.

- Uff, eso suena complicado. - musitó Mia.

- ¡Esperen! - exclamó Clara. - ¡Es el globo! Si lo atrapas te alegra, y si lo dejas ir, se va volando.

- ¡Tienes razón, Clara! - dijo Caro entusiasmada. - ¡Es un globo!

Lumo sonrió y aplaudió.

- ¡Correcto! - exclamó el duende. - Ahora, pueden llevarse una piedra mágica.

Mia, que antes estaba muy asustada, se acercó y en voz baja preguntó:

- Lumo, ¿podemos llevarnos todas una?

- Claro, pero elijan sabiamente. Estas piedras tienen un poder especial.

Las amigas se acercaron a las piedras y eligieron una que brillaba con una luz radiante.

- ¿Y ahora qué hacemos con ellas? - preguntó Mia.

- Úsenlas con amor, para ayudar a los demás. Pueden crear una magia que alegra a la gente que las rodea.

Las chicas sonrieron, llenas de energía y emoción.

- ¡Gracias, Lumo! - dijeron en coro. - Prometemos usarlas bien.

- Ahora, deben salir de la cueva - dijo Lumo mientras las guiaba hacia la salida. - Recuerden, no todas las aventuras son peligrosas, solo deben tener coraje y un buen corazón.

Las chicas salieron de la cueva, llenas de felicidad.

- Fue una gran aventura - dijo Caro.

- Y ahora tenemos una responsabilidad - comentó Mia, más confiada.

- ¡Sí! Como grandes aventureras - concluyó Clara, dando un paso hacia adelante.

Y así, las tres amigas regresaron a su pueblo, listas para seguir explorando y compartiendo la magia de sus piedras con todos. Cada vez que enseñaban a otros a ser valientes y a abrazar sus aventuras, comprendieron que el verdadero tesoro era la amistad y la unión.

Fin.

FIN.

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