El misterio de la Dama de Azul
Había una vez en el tranquilo barrio del Prado, un anciano sabio y amable llamado Don Manuel.
A pesar de sus años, su espíritu era joven y le encantaba compartir con los más jóvenes las historias y leyendas que había escuchado a lo largo de su vida. Una tarde soleada, un grupo de niños curiosos se acercó a él para escuchar una de esas fascinantes historias. "¡Don Manuel, por favor cuéntenos una leyenda!", exclamaron los niños emocionados.
El anciano sonrió con ternura y les dijo: "Hoy les contaré la misteriosa historia de la Dama de Azul. Cuentan que hace muchos años, en esta misma plaza, vivía una mujer extraordinaria vestida siempre con un hermoso vestido azul.
"Los ojos de los niños se abrieron grandes ante la expectativa de escuchar más sobre esta enigmática dama.
"Se decía que la Dama de Azul poseía un poder especial: conceder deseos a aquellos que fueran puros de corazón y actuaran con bondad", continuó Don Manuel. Los niños asombrados preguntaron: "¿Y qué tipo de deseos podía conceder?""Cualquier deseo noble que viniera del corazón sincero", respondió el anciano. "Pero debían encontrarla primero".
Los chicos se miraron entre sí con emoción y decidieron buscar a la Dama de Azul para hacer sus propios deseos. Así comenzó la aventura del grupo de jóvenes en busca de la misteriosa dama.
Recorrieron cada rincón del barrio del Prado, preguntando a los vecinos si habían visto a la Dama de Azul. Algunos decían haberla visto paseando por el parque, otros aseguraban haberla encontrado en la plaza principal. Después de días buscando sin éxito, los niños estaban desanimados.
Fue entonces que recordaron las palabras sabias del anciano Don Manuel: "La verdadera pureza está en actuar con bondad". Decidieron entonces ayudar a los vecinos del barrio: limpiaron el parque, organizaron actividades para los más pequeños y ayudaron en lo que pudieron.
Con cada buena acción realizada, sintieron cómo sus corazones se llenaban de alegría y gratitud.
Una tarde, mientras colaboraban en un comedor comunitario preparando alimentos para quienes más lo necesitaban, una brisa suave envolvió el lugar y apareció frente a ellos una figura radiante vestida con un elegante vestido azul. Era la Dama de Azul. Su presencia irradiaba paz y bondad. "Han demostrado ser dignos al actuar con generosidad y amor hacia los demás", dijo la Dama con voz dulce.
Los niños emocionados compartieron sus deseos más profundos: salud para sus familias, felicidad para todos los habitantes del barrio y armonía entre las personas. La Dama sonrió y extendió su mano sobre ellos.
En ese instante mágico, cada uno sintió cómo sus deseos comenzaban a tomar forma en acciones positivas dentro del barrio del Prado.
Desde ese día, los jóvenes aprendieron que la verdadera magia reside en el amor incondicional hacia los demás y que cada acto bueno sembrado se convierte en bendiciones para todos. Y así Don Manuel siguió contando historias inspiradoras a todos aquellos dispuestos a escucharlas.
FIN.