El misterio de la estrella perdida
Era una noche oscura y silenciosa en la ciudad. La luna brillaba en lo alto del cielo, iluminando apenas las calles solitarias. De repente, un suave sollozo rompió el silencio.
Una misteriosa mujer pelirroja estaba sentada en medio de la calle, llorando amargamente. La gente pasaba a su alrededor sin prestarle atención, excepto tres valientes amigos que se acercaron a ella para ayudarla. -¿Qué te sucede, señora? -preguntó el primero, con preocupación en su voz.
La mujer levantó la vista, con los ojos brillosos por las lágrimas. -He perdido una estrella muy especial para mí. Era mi estrella de la suerte, y sin ella me siento perdida -respondió la mujer con voz entrecortada.
Los tres amigos se miraron entre sí, sin saber muy bien qué hacer. Pero de repente, una idea brilló en la mente del más joven. -¡Creo que sé cómo ayudarte a encontrar tu estrella! Síguenos, te llevaremos a un lugar mágico donde podrás buscarla.
La mujer pelirroja, con la mirada llena de esperanza, decidió confiar en aquellos jóvenes y los siguió. Caminaron juntos hasta llegar a un parque encantado, donde los árboles susurraban secretos y las flores parecían brillar con luz propia.
-Aquí es donde encontrarás tu estrella perdida -dijo el segundo amigo, señalando hacia el cielo. La mujer alzó la vista y vio brillar una estrella fugaz, deslumbrante y resplandeciente. -¡Esa es mi estrella! -exclamó la mujer, con una sonrisa emocionada en su rostro.
-Pero no puedo alcanzarla. La estrella está demasiado lejos -dijo con tristeza. Fue entonces cuando el tercer amigo le entregó un pequeño telescopio. -Con este telescopio podrás ver más de cerca a tu estrella.
Y aunque parezca lejana, siempre estará contigo, brillando en tu corazón. La mujer pelirroja observó a través del telescopio y vio su amada estrella, parpadeando como un guiño cómplice.
Entonces comprendió que la verdadera magia estaba en su interior, que llevaba consigo el brillo y la fuerza de aquella estrella. Las lágrimas de tristeza se transformaron en lágrimas de alegría, y agradeció a los tres valientes amigos por haberla ayudado a encontrar la luz en su oscuridad.
Desde aquel día, la mujer pelirroja supo que nunca estaba realmente sola, porque su estrella de la suerte siempre brillaba en lo más profundo de su ser.
FIN.