El Misterio de la Función Cuadrática



Érase una vez, en el pueblo de Matemáticas, un grupo de amigos: Lila, Tomás y Ramiro. Eran tres niños muy curiosos, siempre listos para aventuras. Un día, mientras jugaban en el parque, encontraron un viejo libro en el suelo, cubierto de polvo y telarañas.

- ¡Mirá lo que encontré! - exclamó Lila, sosteniendo el libro.

- Es un libro de matemáticas, pero parece muy antiguo - comentó Tomás, frunciendo el ceño.

- Quizás hay algo interesante adentro - dijo Ramiro, que nunca había visto algo así.

Decidieron abrirlo. En la primera página, había una extraña fórmula: la función cuadrática.

- ¿Qué será esto? - preguntó Ramiro, inclinándose para leer.

- Suena complicado - dijo Tomás, un poco asustado.

- ¡Vamos a averiguarlo! - animó Lila.

Al pasar las páginas, descubrieron que el libro contenía una leyenda sobre un tesoro escondido en el bosque encantado, pero para encontrarlo tenían que resolver un enigma relacionado con la función cuadrática. La clave del tesoro se hallaba en el vértice de la parábola, que debía dibujarse con una fórmula mágica.

- ¿Un enigma? ¡Queremos el tesoro! - dijo Ramiro con los ojos brillantes.

- ¡Vamos! - gritaron los otros dos al unísono.

Los amigos se adentraron en el bosque. Mientras recorrían el camino, comenzaron a notar que la ruta era cada vez más oscura. De repente, escucharon un ruido aterrador.

- ¿Escucharon eso? - preguntó Tomás, temblando un poco.

- No, no tengo miedo - replicó Lila, aunque su voz temblaba un poco.

- ¡Sólo sigamos! - dijo Ramiro, más decidido que nunca.

Avanzaron con cuidado, y al poco tiempo encontraron una cueva. En la entrada, había un letrero que decía: “Para entrar, debes ser un experto en funciones cuadráticas”. Ahí mismo, se dieron cuenta que tenían que resolver el enigma.

- La clave es hallar el vértice de la parábola que nos llevará al tesoro - explicó Lila.

- ¿Cómo lo haremos? - preguntó Tomás, un tanto nervioso.

Lila sacó un lápiz y un cuaderno.

- Debemos recordar cómo se encuentra el vértice de una función cuadrática. La fórmula es: V(x) = -b/(2a)

- ¡Eso suena complicado! - exclamó Ramiro.

- No te preocupes, tomemos un ejemplo: - dijo Lila, escribiendo: “f(x) = ax^2 + bx + c”

- Ah, pero no sabemos los valores de a, b y c - dijo Tomás.

- Pero sí sabemos el tesoro está escondido en el bosque encantado - respondió Lila, con una sonrisa.

Mientras discutían, el ruido que habían escuchado antes se acercó, y de la cueva salió un pequeño dragón de papel.

- ¡No se asusten! Soy el Guardián de la Función Cuadrática - dijo el dragón.

- ¿Guardían? ¡Tú pareces un papel! - respondió Tomás, aún asustado.

- ¡Sí! Pero tengo la sabiduría de la parábola. Si me ayudan a resolver el enigma, seré su guía - continuó el dragón.

Tomás, Lila y Ramiro se miraron emocionados.

- ¡Claro! Juntos podemos - dijeron al unísono.

Entonces, el dragón les dio un ejercicio:

- Si a = 1, b = 4 y c = 3, ¿cuál es el vértice? - preguntó el dragón.

- Basta con aplicar la fórmula del vértice - dijo Lila.

- Entonces, V(x) = -b/(2a) = -4/(2*1) = -2 - anunció Ramiro, alto y orgulloso.

- ¡Correcto! - respondió el dragón, feliz.

- Ahora, denme un momento.

Con un movimiento mágico, el dragón hizo que apareciera un mapa.

- Aquí está la ubicación del tesoro, sigan esta línea en la parábola - explicó el dragón.

- ¡Gracias! - gritaron los amigos, llenos de emoción.

Siguiendo el mapa, llegaron a un gran árbol en forma de parábola. Cuando escarbaron un poco, encontraron un cofre.

- ¡Es el tesoro! - dijo Tomás, saltando de alegría.

- Abrelo, por favor, que me muero de curiosidad - pidió Lila.

Cuando Ramiro abrió el cofre, encontraron libros de matemáticas, lápices de colores y un reloj mágico que les permitiría viajar a cualquier parte del mundo de los números.

- ¡Es un tesoro educativo! - exclamó Lila.

- Aunque no sea oro, es un tesoro muy valioso - concluyó Tomás.

- Ahora nunca más tendremos miedo de las matemáticas - rió Ramiro, levantando el reloj.

Con el nuevo tesoro en mano, los amigos regresaron a casa, felices y listos para vivir más aventuras de aprendizaje juntos.

Y así, aprendieron que las matemáticas pueden ser divertidas, emocionantes y, sobre todo, parte de su vida diaria. Desde ese día, nunca más tuvieron miedo de enfrentar nuevos desafíos, sabiendo que juntos podían resolver cualquier misterio, incluso los más cuadrados.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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