El Misterio de la Iglesia Abandonada


Había una vez en un pequeño pueblo perdido entre las montañas, un niño llamado Martín. Martín era conocido por ser muy curioso y aventurero, siempre buscando nuevos lugares emocionantes para explorar.

Un día, mientras jugaba en el bosque cerca del pueblo, se encontró con una iglesia abandonada. La iglesia estaba cubierta de enredaderas y parecía estar desmoronándose poco a poco. Martín, sin pensarlo dos veces, decidió entrar a la iglesia para investigar.

Al entrar, se dio cuenta de que todo estaba oscuro y polvoriento. De repente, escuchó un ruido extraño proveniente del altar. Con valentía, se acercó lentamente y descubrió a una monja vestida con harapos que lo miraba fijamente.

La monja le dijo a Martín que llevaba mucho tiempo sola en la iglesia y que necesitaba ayuda para salir de allí. Martín, con su corazón bondadoso, se ofreció a ayudarla sin dudarlo.

Pero lo que él no sabía era que la monja escondía un oscuro secreto: ella había perdido la cordura hacía mucho tiempo y ahora veía en Martín a su próxima víctima. "Gracias por tu amabilidad, querido Martín", dijo la monja con una sonrisa siniestra en el rostro.

Martín comenzó a sentirse incómodo ante aquella expresión tan perturbadora en el rostro de la monja. Antes de poder reaccionar, la monja se abalanzó sobre él con un cuchillo afilado en la mano.

Martín logró esquivarla por poco y salió corriendo hacia la salida de la iglesia. Corrió tan rápido como pudo mientras escuchaba los pasos pesados de la monja persiguiéndolo detrás suyo.

Justo cuando pensaba que ya no podría más, encontró una puerta secreta detrás de un cuadro antiguo y logró escapar por ella. Una vez fuera de la iglesia abandonada, Martín decidió contarle todo lo sucedido al alcalde del pueblo.

El alcalde organizó una búsqueda junto a los vecinos y lograron encontrar a la monja escondida en el bosque. La monja fue capturada y llevada ante las autoridades para recibir ayuda psicológica. Mientras tanto, Martín aprendió una importante lección: nunca juzgar por las apariencias y siempre mantenerse alerta ante situaciones peligrosas.

Desde ese día en adelante, Martín continuó siendo tan curioso como siempre pero aprendió a ser más cauteloso al explorar lugares desconocidos.

Y así vivió muchas más aventuras emocionantes pero siempre recordando aquel día en el que estuvo tan cerca de perderlo todo debido a su valentía e ingenuidad.

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