El Misterio de la Isla Colorida



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, un grupo de amigos: Lía, Niko y Tomi. Los tres compartían un sueño: explorar la misteriosa Isla Colorida que se encontraba al otro lado del lago. Esta isla era famosa por sus singulares árboles de colores brillantes y sus extrañas criaturas.

Un día, mientras jugaban en un claro del bosque, Lía exclamó:

- ¡Chicos! ¿No sería increíble visitar la Isla Colorida? ¡He escuchado que hay un árbol que concede deseos!

Niko, siempre el más valiente, respondió:

- ¡Sí! No hay tiempo que perder. ¡Vamos a buscar un bote!

Tomi, un poco más cauteloso, dijo:

- Pero… ¿y si hay peligros? La isla tiene fama de ser misteriosa.

Lía sonrió:

- Cualquier aventura merece un poco de riesgo. ¡Vamos juntos! Siempre estamos más seguros así.

Los tres amigos se dirigieron al lago y encontraron un viejo bote de madera. Con un poco de esfuerzo, lograron desatarlo de la orilla y comenzaron a remar hacia la Isla Colorida. Al llegar, se quedaron maravillados por el esplendor que los rodeaba: árboles de todos los colores, flores que cantaban y mariposas que danzaban en el aire.

- ¡Es impresionante! - gritó Niko, corriendo hacia el árbol más grande.

- ¡Esperen! - los detuvo Lía. - Recuerden, primero exploremos un poco antes de hacer deseos.

Mientras recorrían la isla, comenzaron a escuchar murmullos. Una de las criaturas, un pequeño dragón verde llamado Chispa, se acercó a ellos:

- ¡Hola, amigos! ¡Bienvenidos a la Isla Colorida!

Los chicos quedaron asombrados.

- ¿Eres un dragón? - preguntó Tomi, con ojos desorbitados.

- ¡Sí! Pero no soy un dragón cualquiera. Soy el guardián de esta isla. Pero debo decirles que no todo es lo que parece.

- ¿Qué quieres decir? - preguntó Lía con curiosidad.

- Hay un peligro en la isla. Si desean algo y lo piden con avaricia, el árbol puede responder de manera inesperada.

- ¡No vamos a ser avariciosos! - dijo Niko, decidido.

- Eso espero, porque el verdadero espíritu de la isla se revela solo a los que tienen un corazón puro.

Intrigados pero cautelosos, los amigos decidieron seguir explorando. Encontraron un estanque donde las rocas brillaban y un campo de flores que cantaban al ritmo del viento. Sin embargo, cuando intentaron acercarse al árbol que concedía deseos, algo extraño sucedió.

Un misterioso viento comenzó a soplar y las flores comenzaron a cantar más fuerte.

- ¡Chicos, cuidado! - dijo Chispa. - El árbol está despertando. Deben estar listos.

Cuando llegaron al pie del árbol, Lía tomó aire y dijo:

- Deseamos… un día increíble en esta isla.

El árbol brilló intensamente y, de repente, una lluvia de colores cayó sobre ellos.

- ¡Miren! - gritó Tomi. - ¡Esto es increíble!

Pero cuando Niko quiso desear un juego sin final, el árbol empezó a crujir.

- No, Niko. No deseemos solo para nosotros - advirtió Lía. - Debemos pensar en los demás.

Justo en ese momento, el viento se intensificó y Chispa, con su pequeño aliento de fuego, logró calmar la situación.

- ¡Chicos, piensen en algo que también ayude a los demás!

Después de un momento de reflexión, Lía propuso:

- ¡Deseemos que todos los niños del pueblo se diviertan en esta isla como nosotros!

- Sí, ¡eso sería genial! - coincidió Niko, dejando de lado su deseo personal.

El árbol resplandeció y de repente, una suave luz envolvió a todos.

- Gracias por tener un corazón puro.

- ¡Lo logramos! - gritaron, sintiéndose felices.

Después de pasar un día inolvidable, los amigos regresaron en su bote, con la promesa de volver y compartir su aventura con todos. Y así fue como Lía, Niko y Tomi aprendieron que, a veces, los deseos más valiosos son aquellos que benefician no solo a uno mismo, sino a todos a su alrededor.

A partir de ese día, siempre que compartían un sueño, recordaban el poder de la amistad y la importancia de desear el bienestar de los demás.

FIN.

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