El misterio de la Isla Encantada



Había una vez una ñiña llamada Lola y su querido abuelo Don Emilio, a quienes les encantaba pasear por el río cercano a su casa.

Un día, decidieron cruzar el río para explorar el otro lado, donde se encontraba una misteriosa isla. Mientras remaban en su pequeña embarcación, un remolino inesperado los atrapó y los llevó hacia la isla. Al llegar, descubrieron que estaba cubierta de exuberante vegetación y en medio de ella se levantaba una antigua ruina.

Intrigados, decidieron adentrarse en la isla para investigar. - Abuelo, ¿qué crees que encontraremos aquí? - preguntó Lola con entusiasmo. - No lo sé, pero parece que esta isla guarda muchos secretos - respondió el abuelo.

Mientras exploraban, escucharon un cántico suave y misterioso que los llevó hacia la ruina. Al acercarse, descubrieron a un anciano sentado frente a un fuego y cantando en un idioma desconocido.

Con amabilidad, el anciano los invitó a sentarse y les contó la historia de la Isla Encantada. Explicó que la isla solía estar llena de magia, pero que un hechizo la había atrapado en un estado de olvido.

- Si desean ayudar a esta isla y devolverle su magia, deben encontrar tres gemas especiales dispersas en lugares emblemáticos de la isla - les dijo el anciano. Animados por la aventura, Lola y su abuelo se dispusieron a buscar las gemas.

Recorrieron la isla, enfrentándose a desafíos y resolviendo acertijos, hasta que finalmente encontraron las tres gemas. Con emoción, regresaron a la ruina y colocaron las gemas en un antiguo altar. La isla comenzó a brillar con una luz cálida y en ese momento, la magia regresó.

Los árboles cobraron vida, las flores florecieron y los animales comenzaron a cantar. El anciano sonrió agradecido y les dijo: - Gracias a ustedes, la Isla Encantada ha recuperado su esplendor. Como recompensa, les concedo un deseo. - Abuelo, ¿qué deseas? - preguntó emocionada Lola.

- Mi deseo ya se ha cumplido al ver la alegría de esta isla, mi querida ñiña - respondió el abuelo con ternura.

Con el corazón lleno de gratitud, Lola y su abuelo regresaron a casa, llevando consigo la enseñanza de que la bondad y la valentía pueden devolver la magia a lugares olvidados.

FIN.

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