El Misterio de la Manada de Lobos



En un pequeño barrio de Buenos Aires, había una familia que vivía en una casa encantadora con un hermoso jardín. La familia López estaba compuesta por la mamá Ana, el papá Carlos, y sus dos hijos, Lola y Sebastián. Tenían un perrito llamado Rocky, un travieso compañero de aventuras.

Una noche, mientras todos se preparaban para dormir, Rocky comenzó a ladrar sin parar desde el jardín.

- ¿Qué le pasará a Rocky? -preguntó Lola, asomándose por la ventana.

- No lo sé, pero parece que ha visto algo interesante - respondió Sebastián, entusiasmado.

Decidieron salir a investigar. Se pusieron sus abrigos y salieron al jardín, donde Rocky seguía ladrando.

- ¡Vamos, Rocky! -exclamó Sebastián, siguiendo al perrito hacia el bosque que estaba al lado del barrio.

A medida que se adentraron en el bosque, comenzaron a escuchar ruidos extraños.

- ¿Qué es eso? -preguntó Lola, asustada.

- No lo sé, pero hay que averiguarlo -dijo Sebastián, tratando de ser valiente.

Mientras caminaban, se encontraron con una pequeña familia de lobos que estaban reunidos alrededor de un fogón. La madre loba, con su pelaje plateado, parecía preocupada.

- ¡Hola! -dijo Sebastián, tratando de acercarse con cautela. - ¿Está todo bien?

La loba giró su cabeza y los miró con curiosidad.

- No está bien. Mis cachorros se han perdido en la noche, y estoy muy preocupada -suspiró la loba.

Lola sintió una punzada de tristeza por la loba. - ¿Podemos ayudar? -propuso.

- ¿De verdad? -preguntó la loba, esperanzada.

- ¡Sí! -chilló Rocky, como si entendiera la situación.

Los niños, junto con Rocky, comenzaron a buscar a los cachorros. Caminaban por el bosque, haciendo ruido para que los pequeños pudieran oírles.

- ¡Hola, cachorritos! -gritó Sebastián. - ¡Estamos aquí para ayudarlos!

De repente, escucharon un leve aullido. Lola y Sebastián se miraron con emoción.

- ¡Vamos! -dijo Lola, corriendo hacia el sonido.

Finalmente, encontraron a los dos cachorros atrapados entre unas ramas.

- ¡Están aquí! -gritó Sebastián.

Emocionados, hicieron todo lo posible para liberarlos.

- ¡Cuidado! ¡No se asusten! -les dijo Lola con dulzura, mientras los cachorros temerosos miraban con ojos grandes.

Lentamente, lograron sacarlos de su trampa y los cachorros corrieron hacia su madre, feliz de volver a su lado.

La loba, agradecida, se acercó a los niños. - ¡No sé cómo agradecérselos! -dijo la loba con la voz entrecortada. - Ustedes tienen corazones valientes.

- Solo hicimos lo que era correcto -dijo Sebastián sonriendo.

La mamá loba decidió invitarlos a unirse a una pequeña celebración. - Esta noche, celebraremos la valentía y la amistad. ¡Vengan! -los instó.

Bailaron y compartieron historias alrededor del fuego, todos felices y divertidos. Lola y Sebastián aprendieron que no hay que juzgar a los demás por su apariencia, ni tener miedo de lo que no conozcan.

Esa noche, se despidieron de la familia de lobos, prometiendo volver a visitarlos. Cuando regresaron a casa, se sintieron felices y orgullosos de haber ayudado a alguien en necesidad. Rocky los miraba con amor y alegría.

- No hay nada mejor que ayudar -dijo Lola, abrazando a Rocky.

- Y tampoco hay nada como tener un amigo, sin importar de qué especie sea -agregó Sebastián.

Desde ese día, los niños siempre recordaron su aventura con la familia de lobos. Aprendieron que la valentía se muestra de muchas maneras y que lo más importante es ayudar a los demás y cultivar la amistad en cualquier rincón del mundo.

FIN.

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