El misterio de la mesa perdida


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Flores, dos amigas inseparables llamadas Marta y Emma. Les encantaba explorar juntas y vivir aventuras emocionantes.

Un día, decidieron ir al famoso Bar Tavira a tomar un delicioso helado de dulce de leche. Al llegar al bar, se sentaron en una mesa cerca de la ventana y pidieron sus helados favoritos. Estaban charlando animadamente cuando de repente, escucharon un ruido extraño.

Se miraron sorprendidas y vieron que una de las mesas del bar ¡había desaparecido por completo!"¡Marta, ¿dónde crees que fue a parar esa mesa? !" - preguntó Emma con asombro.

"¡No lo sé, pero esto es muy extraño!" - respondió Marta con los ojos bien abiertos. Las dos amigas decidieron investigar lo sucedido. Preguntaron al dueño del bar si sabía algo sobre la misteriosa desaparición de la mesa, pero él también estaba desconcertado.

Fue entonces que Marta tuvo una brillante idea. "Emma, ¿y si seguimos las migas de helado que quedaron en el piso? ¡Quizás nos lleven hasta la mesa perdida!" - exclamó Marta emocionada.

Sin dudarlo ni un segundo, las dos niñas comenzaron a seguir las miguitas de helado por todo el bar.

Pasaron por la cocina, donde se encontraron con el chef cascarrabias que no quería ser molestado; pasaron por detrás del mostrador donde estaban los camareros atareados; incluso llegaron hasta el baño donde se encontraba una señora mayor muy simpática. Finalmente, las miguitas las llevaron hasta un rincón oscuro y polvoriento del bar donde encontraron ¡la mesa perdida! Estaba allí escondida detrás de unas cajas viejas y parecía haber sido olvidada por todos.

Las dos amigas se miraron felices y satisfechas por haber resuelto el misterio. "¡Lo logramos Marta! ¡Encontramos la mesa perdida!" - exclamó Emma saltando de alegría.

"Sí, fue genial trabajar juntas para resolver este enigma" - dijo Marta sonriendo orgullosa. Decidieron llevar la mesa de vuelta al lugar donde pertenecía y ayudar al dueño del bar a limpiarla y arreglarla para que volviera a estar como nueva.

El dueño les agradeció enormemente su ayuda y les regaló unos cupones para disfrutar más adelante de sus helados favoritos. Desde ese día en adelante, Marta y Emma siguieron viviendo muchas más aventuras juntas.

Aprendieron que trabajando en equipo y sin rendirse ante los desafíos podían lograr cualquier cosa. Y cada vez que volvían al Bar Tavira recordaban con cariño aquel día en el que resolvieron el misterio de la mesa perdida.

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