El Misterio de la Montura Mágica



En un pequeño y colorido pueblo llamado Flor de Cuentos, vivía un valeroso niño llamado Tomás. Era un niño curioso que disfrutaba de explorar los campos y bosques que rodeaban su hogar. Sin embargo, había una leyenda que siempre le había llamado la atención: "En lo profundo del Bosque de las Sombras, hay un caballo mágico que se aparece a aquellos que tienen un corazón puro y un deseo sincero".

Un día, mientras paseaba con su mejor amiga, Sofía, Tomás decidió que era el momento de investigar.

"Sofía, ¿te imaginas encontrar ese caballo mágico?" - dijo emocionado Tomás.

"Sí, ¡sería increíble! Pero, ¿y si no lo encontramos?" - respondió Sofía, un poco dudosa.

"No importa, ¡vamos!" - insistió Tomás.

Y así, los dos amigos se adentraron en el Bosque de las Sombras, armados con su valentía y una mochila llena de bocadillos. Tras caminar un buen rato, comenzaron a escuchar un suave relincho.

"¿Escuchaste eso?" - preguntó Sofía mientras miraba a su alrededor.

"Sí, ¡sí! Vamos a investigar!" - respondió Tomás con una chispa de entusiasmo.

Al seguir el sonido, llegaron a un claro donde, sorprendidos, encontraron un magnífico caballo con un pelaje brillante y crines que parecían estar hechos de estrellas.

"¡Es hermoso!" - exclamó Sofía, asombrada.

"¡Hola, amigo!" - dijo Tomás, acercándose lentamente.

"¿Buscaban algo?" - preguntó el caballo con una voz suave y melodiosa.

"Sí, hemos venido en busca de aventuras y... de ti, ¿eres el caballo mágico de la leyenda?" - inquirió Tomás con los ojos llenos de emoción.

"Así es, pero solo los valientes y puros de corazón pueden montarme" - respondió el caballo con una mueca amistosa.

Tomás, lleno de determinación, asked,

"¿Qué debo hacer para demostrarte que soy digno de montarte?"

"Para subirme, debes ayudarme primero. Hay un árbol al que le falta una rama en el lado norte" - dijo el caballo mientras señalaba. "Si lo ayudas a encontrar una rama, te llevaré en un viaje extraordinario".

Sin pensarlo, Tomás y Sofía se pusieron en marcha. Juntos buscaron el árbol y recogieron una rama de un arbusto cercano. Fue más difícil de lo que esperaban, ¡pero se divirtieron en el proceso!

Finalmente, al regresar, Tomás tomó la rama y

"Aquí está, amigo" - dijo emocionado.

"¡Bravo! Ahora puedes montarme" - dijo el caballo, inclinándose para que Tomás subiera.

Tomás se subió al caballo y, en ese momento, el mundo a su alrededor empezó a brillar con colores nunca antes vistos.

"Sofía, ¡esto es mágico!" - exclamó Tomás mientras el caballo comenzaba a galopar ágilmente por el bosque.

"¡Ten cuidado!" - gritó Sofía, un poco asustada pero igualmente asombrada.

Con cada salto que daba el caballo, Tomás sentía la libertad correr por sus venas.

"¡Esto es increíble!" - gritó con alegría, pero de repente, el caballo tocó una nube y se detuvo en un lugar completamente desconocido. Allí, un gran arco iris se extendía por el cielo y grandes criaturas de luz danzaban.

"Es hora de tu prueba final" - dijo el caballo. "Debes decidir si deseas quedarte aquí, o regresar a tu hogar. Este lugar es hermoso, pero podrías extrañar a tus amigos y tu familia".

Tomás se quedó en silencio, pensando en lo que podría ser esta nueva vida. Sus ojos recorrían los paisajes mágicos y llenos de aventuras que lo rodeaban. Pero, al final, recordó las risas de Sofía y el calor de su hogar.

"Quiero regresar, aunque aquí es maravilloso" - dijo firmemente.

El caballo sonrió y

"Eres realmente valiente, Tomás. La verdadera aventura también se encuentra en casa" - dijo.

Tomás montó nuevamente al caballo y regresaron por donde habían venido, atravesando el bosque. Cuando llegaron al lugar donde todo había comenzado, Sofía estaba allí, esperando con una gran sonrisa.

"¡Lo hiciste!" - gritó Sofía.

"Sí, ¡y fue increíble!" - respondió Tomás mientras se bajaba del caballo.

Pero el brillo en los ojos del caballo no se podía ignorar.

"Es hora de regresar a mi mundo. Gracias, Tomás, por mostrarme el valor de la amistad y el amor por casa" - le dijo el caballo mientras se alejaba.

Y así, se montó en un caballo y más nunca lo volvimos a ver. Sin embargo, el recuerdo de aquel día mágico viviría en sus corazones para siempre, recordándoles que la verdadera aventura está en las cosas simples y en aquellos que amamos.

FIN.

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