El misterio de la niña nueva
Era un día soleado cuando llegó al colegio Lucy, la niña nueva. Tenía una sonrisa en su rostro y unas trenzas largas que destacaban en el patio. "Hola, soy Lucy, ¿quieres jugar conmigo?" - me dijo mientras se acercaba. Me sentí emocionado, nunca antes había hecho una amiga tan rápido.
Poco después, Lucy anunció que iba a hacer su fiesta de cumpleaños. "Estoy organizando mi cumple. ¡Quiero que vengas!" - me dijo con una gran sonrisa. No podía creer que me invitara.
El día del cumple, el jardín estaba decorado con globos y pancartas. Los compañeros de clase estaban muy emocionados, pero algo raro pasó cuando llegó la noche. Uno a uno, los compañeros comenzaron a ausentarse. Primero fue Tomás, luego Sofía, y más tarde, hasta mi mejor amigo Juan. La razón: todos se transformaban en estatuas de barro en lugar de celebrar.
"¡Espera! ¿Qué está pasando?" - le pregunté a Lucy, quien estaba riendo. Ella tenía algo extraño en la mirada.
"No te preocupes, es solo un juego." - respondió con una voz melodiosa.
Decidí seguirla y me llevó a una cueva cerca del colegio, llena de ilustraciones de criaturas y árboles. Era fascinante, pero mis compañeros estaban atrapados en estatuas de barro en la entrada, observando con ojos tristes. "¿Por qué haces esto?" - le pregunté a Lucy.
"Quería tener amigos para siempre, pero no sabía que esto podía salir mal. Los convertí en estatuas para que nunca se fueran." - se sinceró.
Su confesión cambió todo. No quería que mi nueva amiga estuviera sola, pero no era correcto privar a los demás de sus vidas. Pensé que quizás podía ayudarla a entender que tener amigos no significaba retenerlos, sino compartir momentos. "¿Qué tal si los ayudamos a volver?" - le propuse.
Lucy dudó, pero después de un rato, accedió. Juntos fuimos a la cueva y, al tocar cada estatua, le recordé a Lucy todos los momentos divertidos que habíamos vivido en el colegio. Con cada anécdota, una chispa de luz apareció alrededor de Lucy y comenzó a brillar intensamente. Finalmente, con un gesto de sus manos, las estatuas comenzaron a cobrar vida.
"¡Tomás, Sofía, Juan!" - grité con alegría mientras mis amigos regresaban. "Son libres nuevamente!"
Lucy sonrió, comprendiendo por fin que la verdadera amistad no significa poseer, sino vivir cada momento. Juntos salimos de la cueva, dejando atrás las estatuas convertidas en risas y juegos.
En el patio del colegio, los niños comenzaron a jugar nuevamente y, para sorpresa de todos, Lucy se unió a nosotros con una gran sonrisa. "¡Nunca más haré eso!" - prometió con sinceridad, disfrutando del momento.
La fiesta continuó, pero esta vez, todos éramos parte de la misma realidad, riendo y jugando juntos. De aquel día aprendimos sobre la importancia de la amistad y la libertad de ser uno mismo. Lucy se volvió parte indispensable de nuestro grupo, y agradecimos haber vivido una aventura extraordinaria que nos unió aún más.
Y así, en el colegio, no solo celebramos un cumpleaños, sino también la nueva forma de entender la amistad.
FIN.