El Misterio de la Noche y el Perro Valiente
Era una noche oscura y tormentosa. Las nubes cubrían la luna y el viento aullaba fuera de casa. En una pequeña habitación, un niño llamado Lucas estaba acurrucado en su cama, con el corazón latiendo a mil por hora.
"¿Qué es ese ruido?" —se preguntó Lucas, temblando de miedo—. "Espero que no sea un fantasma".
De repente, un crujido resonó por el pasillo. Lucas tapó su cabeza con la manta, intentando ignorar los ruidos extraños.
"No, no, no... No puede ser un fantasma. Es solo un ruido, una casualidad" —se decía a sí mismo—. Sin embargo, la curiosidad lo picó y decidió salir de su cama para investigar.
Cuando se armó de valor, tomó una linterna que tenía en la mesita de luz y se aventuró hacia el pasillo. El ruido volvió a escucharse, esta vez más fuerte: ¡crac! ¡quién sabe qué será! Lucas, temblando, apuntó la linterna hacia el sonido.
En ese momento, vio una sombra pasar rápidamente por delante de él.
"¡AAAAAH!" —gritó Lucas—. "¡Es un fantasma!"
Pero cuando la luz iluminó la figura, se dio cuenta de que no era un fantasma, sino su pequeño perro, Max.
"¿Max?" —suspiró Lucas, aliviado pero un poco enojado—. "¿Por qué haces tanto ruido en medio de la noche?"
Max movió la cola y ladró, como si estuviera diciendo: "¡Vamos, juega conmigo!"
Lucas no pudo resistirse a la ternura de su perrito. Veía que su amigo tenía un juguete que había estado escondido bajo la cama y era la razón de los ruidos.
"¡Max! ¿Este era el motivo de tanto jaleo? Solo querías jugar conmigo, ¿verdad?" —dijo Lucas, riendo—.
"¡Sí, quería tu atención!" —parecía decir Max con su mirada—.
Lucas se agachó y empezó a jugar con Max, lanzándole el juguete.
Pero, de repente, escucharon un fuerte estruendo del otro lado de la casa.
"¿Qué fue eso, Max?" —preguntó Lucas con miedo otra vez—.
El perrito ladró con valentía y corrió hacia el origen del sonido. Lucas lo siguió, lleno de emoción y curiosidad.
Cuando llegaron a la cocina, encontraron a su gato, Pucci, rompiendo un recipiente de galletas.
"¿Pucci?" —dijo Lucas, sorprendiéndolo—. "Pensé que solo había un fantasma, pero resulta que hay un gato travieso también".
"¡Miau!" —respondió Pucci, como si estuviera orgulloso de su hazaña.
Lucas se rió a carcajadas y luego dijo:
"Así que todo este tiempo, no eran fantasmas ni ruidos misteriosos, sino tú y tus travesuras. ¡Eres un verdadero explorador, Max!"
Max, emocionado por el nuevo descubrimiento, saltó y trató de atrapar la bolsa de galletas.
"Quizás deberíamos volver a la cama antes de que nuestros padres escuchen el lío que tenemos aquí" —sugirió Lucas, aún riendo, mientras intentaba recoger las galletas desparramadas.
Al final, los tres amigos regresaron a la habitación, cansados pero felices. Lucas acarició a Max y Pucci mientras se acomodaban en la cama.
"Sabés qué, Max, no deberíamos temer a lo desconocido. A veces, lo que parece bueno, como un fantasma, solo es algo que nos trae alegría y diversión" —dijo Lucas.
Y así, mientras la tormenta seguía afuera, el niño y sus amigos se quedaron dormidos, sabiendo que juntos podían enfrentar cualquier misterio de la noche que se presentara en el futuro.
Desde entonces, cada vez que había un sonido extraño, Lucas sonreía y pensaba: "Quizás sea un fantasma, pero seguramente será tan divertido como Max y Pucci".
FIN.