El Misterio de la Puerta Cerrada



Había una vez una chica llamada Clara que, tras la muerte de su abuela, se mudó a una misteriosa vieja mansión. A pesar de lo triste que estaba, la curiosidad por conocer el lugar donde había pasado gran parte de su infancia la impulsó a explorar cada rincón de la casa.

Un día, mientras revisaba el desván, Clara encontró una puerta antigua y polvorienta. Era diferente a las demás, de madera oscura y con extraños tallados. Pero lo más intrigante era que estaba cerrada y no había manera de abrirla.

"¿Por qué estará cerrada?" - se preguntó Clara, mirando la puerta con ojos de inquietud.

"Quizás guarde un secreto..." - murmuró, tocando suavemente la madera.

Clara decidió investigar más sobre la puerta en el ático. Durante los días siguientes, buscó pistas en los libros de su abuela y preguntó a los vecinos. Un viejo vecino llamado Don Hugo le contó historias sobre la mansión.

"Tu abuela era una gran exploradora, Clara. Muchos decían que había guardado un tesoro en algún lugar de la casa" - le dijo con una sonrisa, mientras acariciaba su barbilla.

"¿Un tesoro? ¿Crees que la puerta lo oculta?" - Clara sintió una chispa de emoción en su corazón.

Intrigada, Clara recogió todo el coraje que pudo y decidió intentar abrir la puerta. Intentó empujarla, golpearla, y hasta buscar una llave en los lugares más inusuales, pero no tuvo suerte. Sin embargo, no se rindió.

"Si no hay llave, ¿quizás hay otra manera?" - pensó mientras miraba el lugar con curiosidad.

Un día, al regresar de la escuela, Clara notó algo brillante en el suelo, justo frente a la puerta. Era una pequeña piedra brillante, como una gema. Al acercarse, se dio cuenta de que esta tenía un patrón similar a los tallados de la puerta.

"No puedo creerlo... ¡Esto tiene que ser un signo!" - exclamó, sintiendo que estaba un paso más cerca.

Movida por la emoción, Clara colocó la piedra en un pequeño hueco que había en la puerta. Para su sorpresa, un suave clic resonó, y la puerta se abrió lentamente, revelando un cuarto lleno de luz y colores brillantes.

Dentro, Clara encontró un mundo mágico, donde todo era posible: había libros voladores, pinturas que hablaban y un jardín con flores que cantaban melodías. Aqua, una pequeña hada, apareció volando con destellos de luz.

"¡Bienvenida, Clara! Esta es la habitación de los sueños de tu abuela. Cada cosa aquí tiene una historia que contar" - dijo Aqua mientras danzaba entre las flores.

Clara quedó asombrada, y mientras exploraba, Aqua le enseñó a entender las historias de cada objeto, cada uno representaba un sueño o un anhelo de su abuela.

"Tu abuela nunca dejó de soñar, ni de buscar nuevas aventuras. Ahora es tu turno de continuar su legado" - le explicó Aqua con una sonrisa cálida.

Clara comprendió que no solo había encontrado un tesoro, sino un espacio donde los sueños podían volar libres. Decidió que visitaría el cuarto todos los días después de la escuela, para seguir aprendiendo y soñando, y cada vez que compartía una nueva historia, la habitación se llenaba de más luz y colores.

Así, Clara se volvió una narradora de historias, compartiendo los sueños de su abuela con todos en su vecindario. La mansión se convirtió en un lugar de encuentro, donde todas las niñas y niños podían venir a contar sus propios cuentos y explorar mundos mágicos.

"¡Los sueños nunca tienen fin mientras los compartamos!" - solía decir Clara con una sonrisa mientras miraba a su alrededor con orgullo.

Y así, la casa de la abuela se transformó en un refugio de aventuras, y Clara nunca dejó de buscar nuevas puertas que abrir.

Fin.

FIN.

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