El misterio de la ventana encantada


Había una vez en un barrio muy alegre, una ventana mágica que se encontraba en lo alto de una casa antigua. La ventana era especial, ya que cada vez que alguien se acercaba a ella, podía escuchar risas y música provenientes de su interior. Un día, tres amigos muy curiosos, Sophie, Martín y Julieta, decidieron investigar este enigma.

-Sophie: ¡Chicos, acabo de descubrir algo asombroso! En esa ventana parecen estar pasando cosas increíbles. ¿Por qué no intentamos descubrir qué sucede ahí arriba?

-Martín: ¡Sí! Yo también he escuchado sonidos extraños. Creo que es momento de averiguarlo.

-Julieta: ¡Vamos! Pero primero deberíamos llevar algo para compartir con aquellos que se encuentran detrás de la ventana.

Decidieron llevar un helado, un paraguas y una dona como obsequio para los misteriosos habitantes. Al llegar a la casa, subieron con cuidado las escaleras hasta llegar a la ventana brillante. Tocaron la puerta y, para su sorpresa, un grupo de duendes muy simpáticos les dio la bienvenida.

-Duende 1: ¡Bienvenidos, viajeros! ¿Qué los trae hasta aquí?

-Sophie: Hemos escuchado sonidos maravillosos que provienen de su ventana, y queríamos ver qué sucedía.

-Duende 2: Bueno, estamos muy contentos de que hayan venido. ¡Y qué sorpresa! Nos traen deliciosos regalos.

Julieta entregó el helado, Martín el paraguas y Sophie la dona. Los duendes, agradecidos, invitaron a los amigos a pasar. Descubrieron que detrás de la ventana mágica se encontraba un hermoso jardín lleno de flores brillantes y árboles frutales.

-Duende 3: Les agradecemos mucho por los regalos. Nos encanta hacer música y bailar, pero a veces nos olvidamos de disfrutar de las delicias que hay en el mundo de los humanos.

Los amigos pasaron el día con los duendes, riendo, bailando y compartiendo historias. Al caer la noche, los duendes les regalaron a cada uno una semilla especial.

-Duende 1: Estas semillas harán crecer la magia en sus corazones y les recordarán que la amistad y la generosidad abren las puertas a mundos maravillosos.

Los amigos regresaron a casa, plantaron las semillas y vieron cómo crecían plantas llenas de luz y color. Desde ese día, nunca más sintieron miedo de explorar lo desconocido, recordando siempre que la amistad y la generosidad son las llaves que abren las ventanas a nuevos y maravillosos mundos.

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