El Misterio de las Estrellas de Celendín
Había una vez en el hermoso pueblo de Celendín, rodeado de montañas y lleno de coloridos paisajes, un grupo de niños aventureros: Lía, Martín y Tomás. A ellos les encantaba explorar cada rincón, pero un día decidieron que era hora de descubrir un misterio que había intrigado a todos en el pueblo: el brillo especial de las estrellas sobre Celendín.
Una noche, mientras estaban sentados en la plaza mirando las estrellas, Lía exclamó:
"¿Vieron cómo brillan más las estrellas aquí en Celendín? ¡Es como si quisieran contarnos un secreto!"
Tomás, con su mirada curiosa, dijo:
"¡Sí! Tal vez deberíamos averiguar por qué. ¡Hagamos una expedición a la montaña!"
A la mañana siguiente, los tres amigos se armaron de mochilas, linternas y bocadillos y partieron hacia la montaña más alta. Mientras trepaban, se encontraron con un viejo sabio, el abuelo Julián, que estaba cuidando un jardín lleno de flores brillantes.
"Hola, niños. ¿A dónde van con tanto entusiasmo?" preguntó el abuelo.
"¡Vamos a descubrir el misterio de las estrellas!" respondió Martín con energía.
El abuelo Julián sonrió y les dijo:
"El secreto de las estrellas no se encuentra tan lejos. Cada estrella brilla con la luz de la bondad y los buenos actos. ¿Saben cómo hacer que brillen más?"
Los niños se miraron intrigados. Tomás preguntó:
"¿Cómo podemos hacer que brillen más?"
"Debemos iluminar nuestro entorno con buenas acciones. Ayuden a quienes los rodean, cuiden la naturaleza y verán cómo las estrellas les devolverán el brillo".
Los amigos asintieron emocionados y se despidieron del abuelo. A partir de ese momento, decidieron poner en práctica su nuevo aprendizaje.
Comenzaron ayudando a doña Clara, la anciana que tenía un hermoso jardín pero necesitaba apoyo para cuidarlo. Juntos plantaron flores y, mientras trabajaban, Lía dijo:
"¡Miren cómo sonríe doña Clara! Creo que ya hemos hecho brillar una estrella!"
Luego se fueron al río y levantaron la basura que había dejado la tormenta. Con cada gesto amable, sentían que algo mágico sucedía en el cielo. Con cada noche que pasaba, las estrellas parecían brillar más intensamente.
Una noche, mientras contemplaban el cielo, se dieron cuenta de que había más estrellas que antes. Martín exclamó:
"¡Miren! ¡Las estrellas están más brillantes! ¿Será por lo que hicimos?"
De repente, una estrella fugaz surcó el cielo y se detuvo en el aire. Era un ser estelar que les dijo:
"Gracias, amigos. Cada buen acto que han hecho ha contribuido a aumentar la luz de nuestras estrellas."
Los niños estaban asombrados y le preguntaron:
"¿Podemos hacer algo más para ayudar?"
El ser estelar sonrió y les dijo:
"Sigan iluminando la vida de otros y las estrellas siempre estarán con ustedes. Recuerden que la bondad nunca se olvida y siempre se multiplica".
Con una nueva misión en sus corazones, los niños regresaron a Celendín. Esa noche decidieron hacer una fiesta para todos, donde compartieron comida y risas, y contaron historias de sus aventuras.
"¡Esto es genial! Aún hay muchas estrellas por brillar", gritó Tomás mientras todos bailaban y reían.
Desde entonces, Lía, Martín y Tomás continuaron haciendo buenas acciones, siempre recordando que la verdadera magia de las estrellas de Celendín no solo estaba en el cielo, sino en el corazón de cada persona que hacía el bien.
Y así, en cada rincón del pueblo, las estrellas seguían brillando, recordándole a todos que, en el acto de ayudar a los demás, encontramos la verdadera luz de la amistad y la bondad.
Fin.
FIN.