El Misterio de las Frutas Perdidas



En una colorida casa de barrio, donde las paredes estaban pintadas de un alegre color celeste y las ventanas siempre tenían las cortinas abiertas, vivía una familia muy especial: los Fernández. En esta familia, los cuatro hermanos, Tomás, Lía, Mico y Sofía, eran muy unidos y siempre estaban listos para aventuras.

Un soleado sábado, mientras mamá estaba en la cocina preparando el almuerzo, Lía se dio cuenta de algo extraño.

"¡Chicos!" - gritó Lía. "No encuentro las frutas que mamá compró para la ensalada."

"¿Cómo que no las encontrás?" - preguntó Sofía, mirando alrededor con curiosidad. "Si las vi esta mañana."

Tomás, que ya tenía una idea, se acercó al cajón de la mesa del comedor.

"¿Están por aquí?" - dijo, abriendo el cajón. "No, solo hay servilletas. ¿Y si están en la heladera?"

Mico, quien era el más pequeño pero muy astuto, salió corriendo hacia la cocina y abrió la heladera.

"No, no están aquí" - gritó Mico con frustración. "¿Dónde pueden estar?"

Justo en ese momento, mamá, que había estado escuchando, se acercó y les dijo:

"Quizás las dejé sobre la mesa, pero no recuerdo bien. ¿Revisamos juntos?"

Tomás, Lía, Sofía y Mico comenzaron a hacer un recorrido por toda la casa. Lía apuntó hacia un lugar al lado del sofá en la sala.

"Puede que estén debajo del sofá. Vamos a mirar" - sugirió Lía. Todos se agacharon y miraron.

Sofía, mirando bajo el sofá, dijo:

"No hay nada aquí, solo un calcetín perdido y una pelotita de plástico."

Frustrados, los hermanos comenzaron a buscar en otros lugares. Mico, impaciente, abrió la puerta del armario del pasillo.

"Acá no hay frutas, pero hay un montón de sombreros" - afirmó mientras sacaba un sombrero blanco de paja.

"Quizás están en la mesa del jardín. Mamá me había dicho que las iba a poner ahí para que tomen aire" - dijo Sofía mientras sonreía.

Salieron rápidamente al jardín y, para su sorpresa, encontraron la canasta de frutas justo sobre la mesa de madera.

"¡Las encontraron!" - gritó Tomás feliz. "Están al lado de las flores."

"¡Qué suerte!" - exclamó Lía, saltando de alegría. "Ahora podemos preparar una riquísima ensalada de frutas."

Mamá apareció en el jardín con una gran sonrisa y dijo:

"¿Vieron cómo resolver problemas puede ser divertido? Observar los lugares que están ‘debajo’, ‘al lado’, ‘dentro’ y ‘fuera’ nos ayudó. ¡Cuidado con dejar las frutas afuera para que no se las lleve un pájaro!"

Y así, entre risas y juegos, los cuatro hermanos llevaron la canasta de frutas adentro y ayudaron a mamá. Mientras preparaban la ensalada, Mico dijo divertido:

"Y pensar que estuvimos buscando por toda la casa y estaban justo al lado de las flores. ¡Nunca dejen de mirar bien!"

"Sí, porque los problemas siempre tienen solución. Solo hay que buscar en los lugares correctos y recordar usar las preposiciones: ‘debajo’, ‘sobre’, ‘dentro’, ‘fuera’ y ‘al lado’." - explicó Tomás con séquito.

Y así, la familia Fernández no solo disfrutó de una deliciosa ensalada de frutas, sino que también aprendió lo importante que es observar y describir las cosas en su entorno con las palabras adecuadas.

Esa tarde, después de comer, jugaron en el jardín mientras el sol se ponía, felices por haber resuelto el pequeño misterio de las frutas perdidas.

FIN.

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