El misterio de las horas perdidas




Había una vez en el Centro de Día San Teodoro, un hombre llamado Alfredo. Tenía ojos celestes y siempre era muy amable con todos.

Sin embargo, todos los días, Alfredo se encontraba mirando la hora en su reloj una y otra vez. "¿Por qué miras el reloj tan seguido, Alfredo?", le preguntó la enfermera Lucía un día. "Es que siento que pierdo el tiempo, no estoy haciendo nada productivo", respondió Alfredo con desaliento.

Lucía, preocupada por su amigo, decidió buscar una solución.

Un día, Lucía llevó a Alfredo a la biblioteca del centro. "Alfredo, quiero que conozcas a Martín, él también solía mirar mucho el reloj hasta que descubrió algo maravilloso", le dijo Lucía.

Martín, un hombre mayor con una larga barba blanca, le contó a Alfredo la historia de un libro mágico que le enseñó a disfrutar cada momento. Ese libro le mostró que el tiempo no se pierde cuando se usa en hacer cosas que nos hacen felices.

Alfredo, con escepticismo, decidió leer el libro. Tardó días, pero finalmente lo terminó. Descubrió historias atrapantes, juegos divertidos y consejos para aprovechar cada instante al máximo.

Poco a poco, Alfredo dejó de mirar tanto el reloj.

Ahora sonreía, conversaba con sus amigos, compartía historias e incluso ayudaba a pintar un mural en la pared del centro. Todos notaron el cambio en él, y se alegraron al verlo feliz.

Alfredo aprendió que el tiempo no se pierde, sino que se usa de formas diferentes, y que lo importante es disfrutar cada momento al máximo. Desde ese día, Alfredo se convirtió en un ejemplo para todos en el Centro de Día San Teodoro, enseñándoles a disfrutar cada segundo de sus vidas.

FIN.

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