El misterio de las huacas de Monte Grande



En un pequeño pueblo cerca de Monte Grande, vivía una niña llamada Lara. Siempre había escuchado historias sobre la famosa huaca que estaba en la cima de una colina. Su abuela solía contarle relatos sobre los antiguos marañones que habitaban la región, quienes construyeron esas huacas para honrar a sus dioses y proteger sus secretos.

Una tarde, Lara decidió que era hora de aventurarse y descubrir el misterio de la huaca. Con su fiel amigo Lucas, un curioso gato que la seguía a todas partes, se preparó para la excursión.

"¡Vamos, Lucas! Hoy desvelaremos el misterio de la huaca", dijo Lara con entusiasmo.

"Miau, miau!", respondió Lucas, como si estuviera de acuerdo.

Subieron la colina y, al llegar, se quedaron boquiabiertos al ver la imponente edificación. Las piedras estaban cubiertas de musgo y flores silvestres. Pero lo que más les llamó la atención fue una extraña luz que salía de una rendija en la estructura.

"¿Ves eso, Lucas? ¡Hay algo dentro!", exclamó Lara.

"Miau!", respondió Lucas, frotando su cabeza contra la pierna de Lara, como si le dijera que no tuviera miedo.

Decidieron acercarse. Lara, que siempre había sido muy curiosa, empujó suavemente una piedra y logró abrir una puerta secreta. Al entrar, se encontraron en un pequeño pasillo iluminado por luces que danzaban como luciérnagas.

"Esto es sorprendente", dijo Lara.

Mientras caminaban, llegaron a una sala donde había hermosos murales en las paredes. ¿Podían ser ilustraciones de la cultura marañón? Lara no estaba segura, pero había algo mágico en las imágenes. De repente, escucharon un crujido.

"¿Qué fue eso?", preguntó Lara, un poco asustada.

"¡Miau!", maulló Lucas, mirando hacia la sombra que se acercaba.

Una figura apareció de entre las sombras. Era una anciana, con una larga túnica y una mirada profunda.

"Bienvenidos a mi hogar, jóvenes exploradores", dijo la anciana con una voz suave.

"¿Usted vive aquí?", preguntó Lara, todavía sorprendida.

"Sí, soy la guardiana de esta huaca. He estado esperando a alguien que valore nuestras historias y cultura", respondió la anciana. La luz se intensificó, y comenzaron a verse más detalles en las paredes.

"¿Qué secretos guarda esta huaca?", indagó Lara, intrigada.

"Cada mural representa una historia de valor y sabiduría de los marañones. A través de los años, he visto como algunos olvidan su importancia. Pero tú, niña, pareces tener el corazón dispuesto a aprender", comentó la anciana.

Lara sintió que un gran peso caía sobre sus hombros.

"Quiero saber más. ¿Cómo puedo ayudar a que las historias no se pierdan?", preguntó.

"La clave está en compartirlas. Regresa a tu pueblo y cuenta las historias, así la cultura marañón vivirá en el corazón de todos", explicó la guardiana.

Lara asintió con determinación. Junto a Lucas, prometió honrar las enseñanzas de la huaca. Pero antes de salir, la anciana le ofreció un pequeño amuleto.

"Esto simboliza la conexión entre el pasado y el presente. Siempre que lo lleves contigo, recordarás la importancia de nuestras raíces", dijo mientras le entregaba el amuleto.

"¡Gracias!", respondió Lara, sintiéndose afortunada.

Cuando regresaron, Lara comenzó a contar las historias de la huaca a todos los niños del pueblo. Cada vez que lo hacía, se sentía más viva la cultura marañón entre ellos.

La guardiana de la huaca había confiado en ella, y ahora sabía que era su misión mantener la historia viva, porque cada historia contada era un paso hacia el futuro.

Y así, la niña, con su gato Lucas a su lado, se convirtió en la narradora de la comunidad, asegurándose de que el misterio de la huaca de Monte Grande jamás se olvidara.

FIN.

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