El misterio de las huellas en el bosque
Había una vez en el bosque de Villa Madera, un grupo de animalitos que vivían en armonía y felicidad. Estaban el conejito Pancho, la zorra Renata, el pajarito Tito y la ardilla Martina.
Todos eran muy amigos y les encantaba jugar juntos. Un día, al despertar, descubrieron que alguien había estado merodeando por su hogar durante la noche. Encontraron huellas extrañas en el suelo: unas grandes y otras pequeñas.
Pero lo más curioso era una huella con forma de número 48. - ¡Qué misterio! -exclamó Pancho-. ¿Quién habrá sido? Los cuatro amigos decidieron seguir las huellas para descubrir quién era el intruso.
Caminaron por el bosque siguiendo las pistas hasta llegar a un claro donde encontraron a Lila, una osa muy grande y fuerte que vivía cerca. - ¡Hola amigos! ¿En qué puedo ayudarlos? -dijo Lila con una sonrisa amable.
- Hola Lila, ¿has visto algo extraño esta noche? Encontramos estas huellas en nuestro hogar -explicó Renata señalando las marcas en el suelo. Lila observó detenidamente las huellas y luego miró a los amigos con ternura. - La verdad es que sí vi algo anoche. Había un osezno jugando por aquí cerca.
Es probable que haya sido él quien dejó esas huellas tan curiosas -comentó Lila. Los animalitos se quedaron pensativos por un momento. El osezno era muy travieso pero no tenía malas intenciones.
Decidieron ir a buscarlo para hablar con él. Después de recorrer un trecho del bosque, encontraron al osezno jugando con mariposas entre los árboles. - ¡Hola amiguito! ¿Fuiste tú quien estuvo cerca de nuestra casa anoche? -preguntó Tito con curiosidad.
El osezno levantó la mirada sorprendido y asintió tímidamente. - Sí... yo estuve jugando por ahí. Lo siento si causé algún problema -dijo bajando la cabeza avergonzado.
Los amigos entendieron entonces que no había sido ninguna criatura malvada la responsable de las huellas misteriosas; simplemente fue un juego inocente del pequeño oso explorador. - No te preocupes, amigo. Solo debes tener cuidado donde juegas para no asustarnos -dijo Martina con cariño mientras acariciaba al osezno.
Desde ese día, todos los animales del bosque aprendieron a convivir pacíficamente y a resolver sus problemas dialogando y escuchándose unos a otros.
Y aunque "la huella de aquel 48" les causara incertidumbre al principio, terminaron comprendiendo que la amistad siempre prevalece cuando se trata de resolver misterios juntos en comunidad.
FIN.