El Misterio de las Monedas de Chocolate
Era una tarde soleada en Buenos Aires y Sofía jugaba en el parque. Cuando corría y saltaba con sus amigos, sintió un pequeño golpe en su boca. Se tocó los dientes y, para su sorpresa, descubrió que uno de ellos se había caído. Sofía miró el diente en su mano y sonrió, emocionada por lo que eso significaba: ¡el ratoncito Pérez vendría esa noche a recogerlo!
Al llegar a casa, Sofía le contó a su mamá:
- ¡Mamá, mamá! ¡Se me cayó un diente! ¿Puedo dejarlo debajo de la almohada?
- Claro, Sofía. El ratoncito Pérez vendrá esta noche y te dejará una sorpresa.
Esa noche, después de cenar, se preparó para ir a la cama. Colocó el diente cuidadosamente debajo de su almohada y se dispuso a dormir, pero no podía dejar de pensar en el ratoncito.
En un momento, Sofía abrió un poco los ojos y vio una sombra moviéndose cerca de su cama. Era un pequeño ratón con una gorra y una mochila llena de sorpresas. Estaba a punto de llevarse el diente, cuando Sofía, muy despacito, se movió para poder verlo mejor. Quería pillarlo en acción, pero el ratón la vio.
- ¡Hola, Sofía! - dijo con una voz suave.
- ¡No puedo creer que seas real! - exclamó ella.
- Claro que soy real, pero tengo que irme rápido, ¡la noche no dura para siempre! - respondió el ratón, un poco nervioso.
Sofía, intrigada, decidió no moverse. El ratón tomó el diente y, antes de partir, le lanzó un guiño.
- Te dejaré una sorpresa. ¡Duerme bien!
A la mañana siguiente, Sofía se despertó llena de energía. Corriendo hacia su almohada, la levantó y, en lugar de encontrar solo el diente, vio monedas de chocolate esparcidas por todo su cuarto.
- ¡Mamá, mamá! ¡El ratoncito Pérez estuvo aquí! - gritó emocionada.
- ¿De verdad, mi amor? - preguntó su mamá, despertándose y sonriendo.
- ¡Sí, mirá! - dijo Sofía levantando las monedas que brillaban bajo la luz del sol. Cada una tenía formas divertidas: estrellas, corazones y hasta animales.
Esa mañana se desató una lluvia de emociones. Sofía decidió que necesitaba compartir su alegría con los demás. Así que, reunió a sus amigos en el parque y, en lugar de guardar todas las monedas para sí misma, les propuso un juego.
- ¡Vamos a hacer un día de chocolate! - sugirió.
- ¿Qué tal si hacemos un concurso de quién crea la mejor figura con estas monedas? - dijo Juan, su amigo más creativo.
- ¡Sí, eso sería genial!
Todos comenzaron a trabajar en sus creaciones de chocolate. Sofía, usando su imaginación, hizo una gran torre de monedas y la adornó con hojas de plantas que encontró en el parque. Al final del concurso, decidieron que el premio sería repartir todas las monedas de chocolate entre todos.
- ¡Me encanta compartir! - dijo Sofía, con una gran sonrisa.
- ¡Qué buena idea, Sofía! - le contestó uno de sus amigos.
Ese día, Sofía aprendió que la verdadera alegría se multiplica cuando se comparte. Al final de la tarde, todos estaban felices, disfrutando de sus chocolates y riendo juntos. Sofía miró hacia el cielo y pensó en el ratoncito Pérez.
- ¿Te imaginas si él también disfruta viendo a los niños felices? - le preguntó a su amiga Clara.
- ¡Claro que sí! - respondió Clara.
Y así, Sofía comprendió que a veces, las pequeñas cosas, como un diente caído, pueden llevar a grandes momentos de felicidad y amistad.
FIN.