El Misterio de las Montañas Verdes



En medio de un cielo gris y lluvioso, el pequeño Mou caminaba por las calles de Durango junto a su padre. Las montañas verdes que rodeaban el pueblo se asomaban entre las nubes, como amigos vigilantes.

"Papá, ¿por qué todo el mundo viste de oscuro?" -preguntó Mou, intentando encontrar un color entre tanto gris.

"Es cierto, hijo. A veces, la lluvia trae consigo un poco de melancolía, pero eso no significa que no haya colores en nuestros corazones" -respondió su padre con una sonrisa.

Mou miró a su alrededor. Los edificios bajos parecían ocultar secretos, mientras que la lluvia pintaba un cuadro brillante en el pavimento. En ese instante, su padre se detuvo en frente de una antigua librería.

"¿Querés entrar, Mou? Podría haber libros que te inspiren" -sugirió su padre.

"¡Sí!" -exclamó Mou entusiasmado.

Al entrar, el aroma de papel y tinta llenó el aire. Las estanterías, repletas de libros de colores variados, parecían invitar a Mou a una nueva aventura. Sus ojos brillaban al ver un libro grande y dorado: "El Misterio de las Montañas Verdes".

"Mirá lo que encontré, papá. ¿Podemos leerlo juntos?" -preguntó con alegría.

"Por supuesto, hijo. Vamos a descubrir qué secretos esconde" -contestó el padre, emocionado por la curiosidad de su hijo.

Se acomodaron en un rincón acogedor y comenzaron a leer. La historia hablaba de un pequeño héroe que enfrentaba la adversidad con valentía y creatividad. A medida que avanzaban en la lectura, Mou comenzó a identificarse con el personaje, quien, a pesar de vivir en un lugar gris, encontraba maneras de iluminar su mundo.

"Papá, ¿crees que yo también puedo ser un héroe?" -preguntó Mou, con la imaginación a mil.

"Todos podemos ser héroes de nuestra propia historia, hijo. A veces solo necesitamos mirar las cosas desde un ángulo diferente" -respondió su padre.

Inspirado, Mou decidió que quería hacer algo especial. Al salir de la librería, se le ocurrió una idea brillante.

"Papá, ¿y si hacemos un mural en la plaza del pueblo? Podemos usar colores para alegrar el lugar y que la gente sonría cuando pase" -sugirió entusiasta.

"Me parece una idea maravillosa. Pero necesitaríamos pintura y la ayuda de otros" -dijo su padre.

Así fue como Mou y su padre comenzaron a recorrer el pueblo con su propuesta. Al principio, algunas personas se mostraron dudosas.

"¿Mural? Pero con este clima, no podemos hacer nada colorido" -comentó una señora mayor.

"Podemos transformar la lluvia en parte del mural, como en la historia que leímos. Usaremos cada gota como una pincelada" -dijo Mou con firmeza.

Poco a poco, la idea de Mou comenzó a florecer. Más y más vecinos se unieron, traían pinceles, pintura y dibujaban en papel.

"¡Este sí que será un mural espectacular!" -exclamó un niño de su escuela, emocionado.

Días después, la plaza estaba llena de risas y colores, mientras los habitantes daban vida a su imaginación. Todos se olvidaron del gris y la lluvia, creando un arcoíris de alegría.

Finalmente, cuando el mural estuvo terminado, Mou miró su creación con orgullo.

"Papá, creo que hemos hecho algo mágico" -dijo.

"Así es, hijo. Has aprendido que los colores están en nuestro interior y que podemos iluminar el mundo" -respondió su padre, dándole un abrazo.

Y así, en un pequeño pueblo bajo un cielo gris, un niño y su padre transformaron la lluvia en sonrisas y el silencio en risas, recordándonos que siempre hay espacio para la creatividad y la alegría, sin importar cuán gris parezca el día.

FIN.

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