El Misterio de las Ofrendas



Era un bello día en Todos Santos, y Marcos, un niño de 10 años que vivía en el corazón de Bolivia, se despertó emocionado. Sabía que su familia tenía una tradición muy especial: armar las ofrendas para recordar a sus seres queridos que ya no estaban.

"¡Mamá! ¡Ya es 1ro de noviembre!" exclamó al entrar a la cocina.

"¡Así es, mi amor! Hoy comenzamos a preparar las ofrendas. Necesitamos flores, pan, café y, por supuesto, las historias de nuestros abuelos", le respondió su mamá con una sonrisa.

Marcos se unió a su mamá y comenzaron a sacar del altillo las cajas llenas de recuerdos: fotografías, juguetes de su infancia y pequeñas notas que sus abuelos habían dejado.

"¿Sabías que cada cosa en la ofrenda tiene un significado?", le dijo su mamá mientras colocaba un vaso con agua.

"¿En serio? ¿Qué significa el agua?", preguntó curiosamente Marcos.

"El agua representa la vida. Es un regalo que nuestros antepasados nos dejaron. Así los guiamos para que no se pierdan en el camino. Eso es lo que estamos haciendo, Marcos. Estamos creando un puente entre nuestro mundo y el de ellos", explicó su mamá.

Marcos se sintió conmovido al escuchar eso. Entonces, decidió que quería hacer algo muy especial. "Mamá, ¿puedo escribir unas cartas para mis abuelos?"

"¡Por supuesto! es una idea hermosa. Ellos estarán encantados de recibir tus mensajes", le dijo su mamá. Así que tomó su cuaderno y empezó a escribir.

Mientras su mano deslizaba el lápiz sobre el papel, Marcos recordó la última vez que había visto a sus abuelos. Se sentía un poco triste, pero también feliz de recordarlos.

A medida que el día avanzaba, más familiares comenzaron a llegar. Su abuela Matilde contribuyó con un rico pan casero, mientras que su tía Clara trajo flores de colores vibrantes. Todo tomaba forma, pero Marcos se dio cuenta de que había algo que faltaba.

"¡Faltan las luces!" grita Marcos con preocupación.

"Es cierto, las lucecitas guiarán a las almas en la noche. Vamos a buscar algunas", le contestó su mamá. Ambos salieron corriendo al mercado del barrio, donde vendían luces de papel.

Una vez en el mercado, el bullicio y las risas llenaban el aire. Marcos miró a su alrededor sorprendido por lo colorido que era. Pero en medio de la multitud, vio una lucecita que brillaba más que las demás. Era un pequeño farolito de colores.

"¡Mirá, mamá! ¡Ese farolito es especial!" señaló Marcos. Se acercaron al vendedor.

"¿Cuánto cuesta?", preguntó su mamá.

"Pero este farolito es único, cuesta un poco más que los demás", respondió el vendedor con una sonrisa.

"¿Por qué es único?", preguntó Marcos, curioso.

"Porque está hecho con amor, y cada color cuenta una historia. Se dice que trae buena suerte y que aquellos que lo encienden sentirán la compañía de sus seres queridos durante toda la noche".

Marcos miró a su mamá, que asintió con la cabeza. "Está bien, lo compraremos. Como un regalo para nuestros abuelos", decidió.

Con la luces en mano, regresaron a casa. La ofrenda estaba tomando una formidabla.

Al caer la noche, toda la familia se reunió alrededor de la ofrenda. Con una sonrisa, la mamá de Marcos encendió el farolito especial.

"Hagamos una oración, y luego compartimos nuestras historias", sugirió su papá.

Marcos recordó las cartas que había escrito y decidió compartir una de ellas. "Querido abuelo, aunque no estés aquí, siempre me enseñas lecciones valiosas. Cada día intento ser un mejor hijo y un mejor amigo. Gracias por tu amor", leyó en voz alta.

Todos lo miraron con ternura.

"Esas son las memorias que los mantienen vivos en nuestros corazones", dijo su mamá.

Entonces, uno a uno, compartieron anécdotas y risas, llenando la noche con amor y recordando a aquellos que habían partido. La luz del farolito iluminaba sus rostros, mientras contaban historias que hacían eco en el corazón de cada uno.

De pronto, Marcos sintió un suave viento que acariciaba su rostro y sonrió. Sintió que sus abuelos estaban con él, escuchando cada palabra, cada risa y cada lágrima.

A partir de ese día, Marcos entendió que Todos Santos no solo se trataba de recordar. Era también de celebrar la vida y el amor que continúa existiendo entre ellos. La luz del farolito siguió encendida en su corazón durante todo el año, recordándole que los lazos familiares son eternos.

FIN.

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