El misterio de los cerezos desaparecidos
Luli estaba emocionada por su viaje a Japón. Apenas había llegado a Tokio, había escuchado un rumor que la dejó intrigada: los hermosos cerezos que adornaban las calles de la ciudad habían desaparecido misteriosamente. Decidida a descubrir qué había pasado, Luli comenzó a investigar.
Con su mochila llena de su libreta y lápiz, Luli se adentró en las calles de la bulliciosa Tokio. Se encontró con Hana, una niña japonesa de ojos brillantes que estaba preocupada por la desaparición de los cerezos. Juntas, comenzaron a indagar. -Hola, Hana. ¿Sabes algo sobre los cerezos desaparecidos? -preguntó Luli. -Sí, Luli. Se dice que los cerezos fueron arrancados por un monstruo mágico que vive en el bosque del templo cercano -respondió Hana. Animadas por la pista, Luli y Hana se dirigieron al templo.
Al llegar, se toparon con un anciano sabio que les contó la leyenda del monstruo. Decía que el monstruo guardián del bosque había tomado los cerezos como castigo por el descuido de la gente con la naturaleza. Decididas a resolver el misterio, Luli y Hana se adentraron en el bosque desafiando al misterioso guardián.
Mientras caminaban entre los árboles, Luli recordó algo que había leído: los cerezos necesitaban cuidados especiales para florecer. Entonces, se detuvieron y comenzaron a cuidar de un pequeño cerezo que había sido dejado atrás. Al ver el gesto de amor y cuidado, el guardián mágico, que no era un monstruo, apareció. Les explicó que la verdadera magia estaba en el cuidado de la naturaleza. Conmovido por la bondad de las niñas, el guardián devolvió los cerezos y prometió protegerlos.
Contentas y con el misterio resuelto, Luli y Hana regresaron a las calles de Tokio, donde los cerezos volvieron a florecer, regalando su belleza a todos. Luli aprendió que, a veces, la magia no es solo un truco, sino un acto de amor y respeto por la naturaleza.
FIN.