El Misterio de los Gustos del Segundo Básico



Había una vez en una pequeña escuela de Buenos Aires un detective muy curioso llamado Benjamin. Él no era un detective cualquiera; Benjamin era un detective de los gustos. Su misión era descubrir lo que realmente le gustaba a cada uno de sus compañeros de segundo básico.

Un viernes por la mañana, mientras los niños estaban en su clase de matemáticas, Benjamin tomó su cuaderno de notas y decidió que debía comenzar su investigación.

Benjamin: - ¡Hoy es el día! Necesito preguntarle a todos cuáles son sus comidas, colores y juegos favoritos. ¡Esto será increíble!

Así que al finalizar la clase, Benjamin se acercó a su amiga Clara.

Benjamin: - Clara, ¿cuál es tu comida favorita?

Clara: - ¡Me encanta la pizza!

Benjamin: - ¡Anotado! Pizza.

Luego, se acercó a Tomás.

Benjamin: - Tomás, ¿y a vos qué te gusta?

Tomás: - Yo soy fanático del chocolate.

Benjamin: - Chocolate, perfecto.

Así continuó con sus compañeros: Laura amaba las fresas, Nicolás optó por el helado, y Ana confesó que el brócoli era su comida favorita. Benjamin anotó cada respuesta con entusiasmo.

Después de recopilar todos los gustos, notó algo curioso. Todos hablaban con alegría sobre sus comidas favoritas, pero a veces hacían gestos raros cuando otros mencionaban sus propias elecciones. Así que decidió hacer algo inesperado.

Benjamin: - ¡Mejor haremos una fiesta de los gustos! Cada uno traerá su comida favorita. Será divertido ver qué otros piensan sobre nuestros gustos.

Los niños se emocionaron y empezaron a discutir lo que llevarían. Sin embargo, mientras se organizaban, un niño llamado Lucas, que siempre parecía un poco apartado, mencionó que no le gustaban tantas cosas como sus amigos.

Benjamin: - ¿Lucas, vos no tenés una comida favorita?

Lucas: - No, no sé. Nunca me paré a pensarlo. No quiero ser raro.

Benjamin vio que Lucas parecía un poco triste. Sin pensarlo, le dijo:

Benjamin: - Mira, Lucas. No hay gustos raros. Todos somos diferentes y eso es lo que nos hace únicos. ¿Te gustaría unirte a nuestra fiesta y probar un poco de cada comida? Quizás encuentres algo que te guste.

Lucas, un poco dudoso, aceptó la invitación. En el día de la fiesta, cada niño trajo algo diferente: pizzas, chocolates, fresas, helados y, por supuesto, un plato de brócoli. Todos se sentaron juntos a compartir sus comidas.

Benjamin: - ¡Vamos a hacer una prueba! Probemos un poco de la pizza de Clara.

Clara: - ¡Sí, a comer!

Cuando todos probaron la pizza, Lucas la miró y decidió darle una oportunidad.

Lucas: - Mmm, esto está buenísimo. Nunca había probado algo así.

Benjamin sonrió, pues veía cómo Lucas empezaba a disfrutar de la variedad. A medida que avanzaba la fiesta, Lucas probó un poco de todo y se sorprendió. Por fin pudo decir:

Lucas: - ¡Me gusta la pizza y el helado! Y el chocolate... ¡es rico!

Los niños aplaudieron y celebraron por Lucas, quien finalmente descubrió algunos de sus propios gustos. Esa tarde, no solo se divirtieron, sino que aprendieron a valorar las diferencias de cada uno.

Benjamin concluyó su investigación con una gran sonrisa, sabiendo que había conectado a sus amigos a través de algo tan simple como la comida. Reflexionó sobre la importancia de compartir y escuchar a los demás.

Benjamin: - Todos somos únicos y eso es lo mejor. ¡Los gustos variados nos enriquecen!

Y así, el detective Benjamin no solo descubrió los gustos del segundo básico, sino que también fortaleció la amistad entre todos, aprendiendo juntos que lo diferente no es raro, sino especial.

Fin.

FIN.

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