El Misterio de los Huevos Sonoros


En la Granja de Diego, las gallinas siempre estaban muy activas y alegres, pero su alboroto constante estaba afectando el sueño de las ovejas.

Todas las noches, cuando llegaba la hora de dormir, las ovejas se revolvían inquietas en sus camas de paja intentando conciliar el sueño entre tanto cacareo y alboroto. Una noche, cansadas de no poder descansar adecuadamente, las ovejas decidieron reunirse en secreto para buscar una solución.

"¡Esto es insoportable! No podemos seguir así, necesitamos encontrar una manera de hacer que las gallinas bajen el volumen por la noche", dijo Margarita, la oveja más anciana y sabia del rebaño.

"¡Tienes razón! Debemos hablar con Diego y pedirle que nos ayude a resolver este problema", sugirió Ramón, un carnero valiente y decidido. Con determinación, todas las ovejas se dirigieron hacia la casa principal de la granja donde vivía Diego. Al llegar allí, encontraron a Diego ocupado alimentando a los cerdos.

"Diego, ¡tenemos un problema!", exclamó Margarita con voz preocupada. "Las gallinas hacen tanto ruido por la noche que no podemos dormir. Necesitamos tu ayuda para encontrar una solución".

Diego escuchó atentamente el problema de las ovejas y les prometió que lo resolvería lo antes posible. Al día siguiente, reunió a todas las gallinas en el corral y les explicó amablemente la situación.

"Chicas, entiendo que les encanta charlar y cantar juntas durante toda la noche, pero están perturbando el descanso de nuestras queridas ovejitas". Las gallinas se miraron entre sí avergonzadas por no haberse dado cuenta del malestar que estaban causando a sus vecinas.

Una de ellas propuso organizar un concurso para ver cuál podía poner más huevos en una semana como forma de distracción nocturna. Así comenzó el concurso: cada gallina puso su mejor esfuerzo durante toda una semana para ganar el premio al huevo más grande y bonito.

Por las noches ya no se escuchaba tanto ruido en la granja; ahora reinaba un ambiente tranquilo y apacible gracias al compromiso asumido por las aves.

Finalmente llegó el día del veredicto: después de revisar todos los huevos cuidadosamente, Diego anunció a Clara como ganadora indiscutible del concurso. Su huevo era enorme y reluciente como ningún otro. Las ovejas felicitaron a Clara por su logro e incluso organizaron una fiesta sorpresa para celebrar juntas en paz y armonía aquella noche tan especial.

Desde entonces, en la Granja de Diego reinaba un ambiente equilibrado donde cada animal respetaba los espacios y necesidades del otro; demostrando así que con empatía y diálogo se pueden resolver cualquier conflicto pacíficamente.

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