El misterio de los nombres en Villa Alegre



Había una vez en el bosque encantado de Villa Alegre, un niño llamado Tomás que siempre estaba lleno de curiosidad y preguntas.

Un día soleado, mientras jugaba con sus amigos conejos y hadas, Tomás levantó la mirada al cielo azul y se preguntó en voz alta: - ¿Para qué sirven los nombres? Sus amiguitos animals y alados se quedaron pensativos por un momento, hasta que la conejita Lila dijo con entusiasmo:- ¡Vamos a ver a la sabia Lechuza Luna! Seguro ella nos puede ayudar a responder esa pregunta tan interesante.

Y así, todos los amigos animales se dirigieron hacia lo más alto del árbol más grande del bosque, donde habitaba la Lechuza Luna.

Con su mirada brillante y calmada, la lechuza escuchó atentamente la pregunta de Tomás y sonrió con ternura antes de contestar:- Los nombres son como una varita mágica que nos identifica y nos hace únicos en el mundo. Cada nombre tiene un significado especial que conecta con nuestra esencia y personalidad.

Tomás abrió grandes sus ojos sorprendidos por las palabras de la sabia lechuza, mientras Lila saltaba emocionada diciendo:- ¡Entonces nuestros nombres son como tesoros que llevamos siempre con nosotros! La Lechuza Luna asintió con sabiduría y propuso un juego para explorar más sobre los nombres.

Decidió organizar un recorrido por el bosque donde cada amigo tenía que encontrar objetos cuyas primeras letras coincidieran con las iniciales de sus nombres.

Tomás buscó una flor para Tito el Conejo, una mariposa para Martina la Hada e incluso una hoja verde para Lila. Todos reían y se divertían mientras descubrían cómo las letras formaban palabras especiales para cada uno. De repente, cuando ya casi habían terminado el juego, escucharon un suave murmullo proveniente del arroyo cercano.

Se acercaron sigilosamente y vieron a un zorrito solitario que parecía triste. - ¿Qué te pasa? , preguntó Martina preocupada. El zorro levantó tímidamente la cabeza y respondió:- No tengo nombre...

Nunca me han dado uno porque soy muy tímido para presentarme ante los demás animales del bosque. Todos los amigos sintieron compasión por el pequeño zorro sin nombre.

Fue entonces cuando Tomás tuvo una brillante idea: - ¡Tú serás Zafiro! Porque tus ojos brillan como preciosas gemas azules. El zorro Zafiro parpadeó emocionado ante su nuevo nombre y una cálida sensación invadió su corazón. Desde ese día en adelante, Zafiro se convirtió en parte inseparable del grupo de amigos del bosque encantado de Villa Alegre.

Al caer la tarde, bajo el resplandor dorado del sol poniente, todos regresaron a sus hogares felices y satisfechos.

Tomás entendió entonces que los nombres no solo sirven para identificarnos, sino también para hacer sentir especiales a quienes los llevan consigo. Y así termina esta historia llena de magia y amistad en donde un niño curioso descubre junto a sus amigos animals y alados el verdadero valor detrás de cada nombre en el mundo mágico de Villa Alegre.

FIN.

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