El Misterio de los Platos Vacíos



En el barrio de Saavedra, donde los perros correteaban felices por las calles y jugaban entre ellos, un día todo cambió. Max, un simpático labrador dorado, se despertó con un fuerte rugido en su pancita. –"¡Es hora de comer!"– pensó emocionado, mientras movía su cola enérgicamente. Pero cuando su dueño, el niño Lucas, lo llevó a su plato... ¡oh no! No había comida.

–"¿Dónde está mi comida, Lucas?"– ladró Max, mirando con tristeza el plato vacío. Lucas frunció el ceño. –"No lo sé, Max. Seguramente mi mamá se olvidó de comprarla".

Max sintió que un nudo le apretaba el estómago. No sólo él estaba hambriento; todos los perros del barrio estaban en la misma situación. Así que, decidido a encontrar una solución, Max se reunió con sus amigos: Bella, una pudelita muy astuta, y Rocky, un valiente perro mestizo.

–"¡Chicos!"– ladró Max. –"No es solo que no tengo comida. ¡Todos los platos de los perros han desaparecido!"

–"¡Es verdad!"– ladró Rocky. –"Ayer vi a Rocco, el bulldog, buscando su comida, y también estaba vacío".

–"Esto es un misterio"– musitó Bella mientras movía su colita. –"¡Debemos investigar!"

El trío decidió recorrer el barrio en busca de pistas. Mientras recorrían las calles, se encontraron con otros perros que también mostraban signos de hambre.

–"¡Ayuda!"– lloró Linda, una pequeña cocker. –"Mis dueños no me han dejado nada de comida. Estoy muy preocupada".

Max, Bella y Rocky se miraron, y Max dijo –"No podemos dejar a Linda sola. ¡Vamos!"

Juntos, fueron casa por casa preguntando si alguien había visto algo raro. Preguntaron a gatos, pájaros e incluso a unos ardillas, hasta que una tortuga anciana les dijo:

–"He visto a un grupo de niños, en el parque, llevando platos llenos a casa. Dizque están preparando una fiesta".

Max y sus amigos se miraron con emoción. –"¡Vamos al parque!"– ladró Max.

Cuando llegaron, encontraron a los niños riendo y jugando. Max movió su cola con fuerza. –"¡Esos son los platos de comida de todos los perros!"– exclamó Bella. –"¡Tienen que compartir!"

Los perros se acercaron sigilosamente, pero cuando estaban a punto de llegar, Max se detuvo. –"Esperen, chicos. No podemos simplemente irrumpir en su fiesta. Sería grosero. Tal vez si les decimos que necesitamos su ayuda, entenderán".

Los amigos estuvieron de acuerdo y, con un ladrido coordinado, llamaron la atención de los niños. Uno de los pequeños reconoció a Max. –"¡Max!"– gritó. –"Qué bueno verte. ¿Por qué están todos ustedes aquí?"

Max ladró con entusiasmo. –"¡Hola! Somos perros y nos hemos dado cuenta de que todos los platos de comida han desaparecido y estamos hambrientos. Queremos pedirles que nos ayuden".

Los niños se miraron entre sí, sorprendidos. Uno de ellos dijo: –"¡Es cierto! Hay mucho para compartir!".

Entonces, comenzaron a llenar platos con comida y a repartir entre los perros.

–"¡Gracias! ¡Son los mejores!"– ladró Rocky mientras devoraba su comida.

Los niños decidieron que cada vez que tuvieran una fiesta en el parque, invitarían a los perros del barrio para compartir la comida. Así, Max, Bella, Rocky y sus amigos no solo aprendieron a pedir ayuda, sino que también se hicieron nuevos amigos.

Desde ese día, cada fiesta en el parque se convirtió en una celebración donde perros y niños compartían, jugaban y disfrutaban juntos, creando lazos que fortalecían la amistad en el barrio de Saavedra y llenando siempre los platos de comida.

Y así, el misterioso suceso de los platos vacíos se convirtió en una valiosa lección sobre la importancia de compartir y cuidar a los que nos rodean.

FIN.

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