El Misterio de los Regalos Perdidos
Era un día radiante en la Escuela Primaria Rincón de la Alegría. Los niños de la clase de cuarto grado estaban muy emocionados porque se acercaba la fiesta de fin de año. Las aulas estaban decoradas con globos y serpentina, y todos hablaban sobre los regalos que recibirían. Pero algo sorprendente estaba por suceder.
Un día antes de la fiesta, la maestra Laura se dio cuenta de que varios de los regalos que los chicos habían traído habían desaparecido. "¿Dónde estarán?", se preguntó angustiada. Así que decidió convocar a todos los niños a una reunión especial en el aula.
"¡Niños!", dijo la maestra, "tenemos un gran problema. Algunos de los regalos que trajeron para la fiesta se han esfumado. ¡Necesitamos resolver este misterio!"
Los niños, intrigados y emocionados, empezaron a murmurar.
"¡Yo puedo ser el detective!", gritó Mateo, un niño muy curioso con una lupa siempre en su mochila.
"¿Y cómo lo haremos?", preguntó Sofía, su mejor amiga, mientras se rascaba la cabeza, tratando de pensar en un plan.
"Necesitamos pistas. Vamos a investigar en el aula y a preguntar a todos si han visto algo raro", sugirió Mateo con determinación.
Así, el grupo de niños se dividió en equipos y comenzaron su búsqueda. Primero, revisaron debajo de las mesas y en los rincones del aula, pero no encontraron nada.
"Este es un misterio complicado", murmuró Mateo, desanimado.
"Quizás deberíamos preguntar a la señora de la limpieza, ella siempre está por aquí", propuso Sofía.
Rápidamente, se dirigieron al pasillo donde estaba Doña Clara, la señora de la limpieza.
"¡Hola, Doña Clara!", saludó Mateo. "¿Ha visto algunos regalos perdidos por aquí?"
"No he visto nada, pero les puedo contar que esta mañana vi a un perro merodeando por el aula", dijo Doña Clara.
"¿Un perro?", preguntaron todos al unísono, intrigados.
"Sí, era pequeño y animal. Tal vez le gusten los objetos brillantes", agregó mientras seguía limpiando.
Motivados por esta nueva pista, los niños decidieron buscar al perro. "Si fue él, debe estar cerca", dijo Sofía. Todos se asomaron por la ventana y vieron al perrito jugando en el patio.
"¡Allí está!", gritó Mateo.
Los niños corrieron al patio y comenzaron a llamar al perro.
"¡Ven aquí, perrito!", gritó Sofía, agachándose para atraer su atención. El perro, curioso, se acercó a ellos, moviendo la cola.
"Miren, tiene algo en la boca", observó Mateo, emocionado.
"¡Es un regalo!", exclamó Sofía.
Y efectivamente, el perrito dejaba caer uno a uno los regalos que había recogido.
"¿Qué hiciste, amigo? ¡Eran regalos de todos!", dijo Mateo, riendo mientras acariciaba al perrito.
"¡Es una buena mascota!", comentó Sofía. "Podríamos hacer un cartel en clase para encontrar a su dueño. Al menos, hemos recuperado todos los regalos."
Contentos por haber resuelto el misterio, los niños volvieron al aula con el perrito y todos los regalos.
"¡Gracias, detectives!", dijo la maestra Laura al ver que el aula había recuperado el espíritu festivo.
"Y tenemos que asegurarnos de que este perrito esté a salvo. Juntos podemos hacer un cartel para encontrarse a su dueño. Vamos a ser responsables", agregó Mateo, recordando lo que habían aprendido en clase sobre la importancia de ayudar a los demás.
Esa tarde, los chicos no solo disfrutaron de su fiesta de fin de año, sino que también se sintieron orgullosos de haber trabajado juntos en una misión especial y de haber encontrado al perrito mientras ayudaban a otros.
"¡Este fue el mejor misterio de todos!", dijo Sofía mientras se comía un pedazo de torta.
"Y siempre podemos ser detectives, no solo hoy, sino siempre que veamos a alguien en problemas", terminó Mateo, mirando con cariño al perrito.
Así, los niños no solo vivieron una increíble aventura en su aula, sino que aprendieron sobre la importancia de la colaboración, la responsabilidad y la empatía hacia los demás. Y sobre todo, supieron que a veces, los mejores regalos pueden venir de los lugares más inesperados.
FIN.