El Misterio de los Rosarios Montes
Era un 21 de junio y el barrio bajo de Villa Esperanza se preparaba para el anochecer. La gente cerraba sus ventanas y las luces de las casas empezaban a encenderse. Todo parecía tranquilo, pero algo extraño estaba por suceder.
Alrededor de las 8 de la tarde, Mateo, un astuto detective con un sombrero algo más grande de lo normal, y su ayudante Enrique, un niño curioso y lleno de energía, recibieron un misterioso llamado.
"¡Mateo! ¡Enrique! Necesito que vengan rápido!" - gritó Doña Rosa, la vecina del frente, mientras salía de su casa con la cara preocupada.
"¿Qué sucede, Doña Rosa?" - preguntó Mateo, con una mirada atenta.
"Han desaparecido todos los rosarios montes de la zona. ¡Y son muy especiales!"
"¿Rosarios montes?" - inquirió Enrique, frunciendo el ceño.
"Sí, son flores que crecen en nuestra montaña y hoy justo era el día en que se podía recogerlos. Son mágicos, así que nadie sabe qué pudo haber pasado..."
Intrigados, Mateo y Enrique decidieron investigar. Caminando por el barrio, cada vez más inquietos, notaron un peculiar rastro de pétalos en la tierra que parecía conducir hacia la colina.
"Mira, Mateo, esos pétalos pueden llevarnos a la solución" - dijo Enrique, mientras seguía la pista.
"Tienes razón, sigamos adelante" - respondió Mateo, tomando una pequeña libreta donde anotaba todo.
La noche descendía cuando llegaron a un claro en medio de la montaña. Allí, encontraron un gran baúl que estaba entreabierto, y más pétalos alrededor.
"¿Qué hay dentro?" - preguntó Enrique con curiosidad.
"Abrámoslo con cuidado" - sugirió Mateo.
Al abrirlo, dentro había un montón de rosarios montes, ¡más de los que habían imaginado! Pero justo al lado, un grupo de niños se veía triste.
"¿Por qué están tan desanimados?" - preguntó Enrique.
"Nos llevaron nuestros rosarios, los guardamos aquí porque queríamos jugar, pero ahora no podemos" - explicó uno de los niños.
"Entonces, ¿ustedes son los que los secuestraron?" - inquirió Mateo, alzando una ceja.
"No, no fue así, solo queríamos hacer un ramo para sorprender a nuestras mamás. Nunca pensamos que nos podrían causar problemas…" - dijo una niña con voz temblorosa.
Mateo y Enrique se miraron.
"¿Y si hacemos eso juntos?" - propuso Mateo.
"¡Sí! ¡Podemos hacer un ramo para todas las madres del barrio!" - exclamó Enrique emocionado.
"Podemos repartirlos juntos y así todos estarán felices" - agregó uno de los niños.
Con las primeras estrellas brillando en el cielo, los niños, Mateo y Enrique se pusieron manos a la obra. Armando ramos hermosos con los rosarios montes, la alegría comenzó a regocijar al grupo.
"Así es como se resuelve un misterio, creando alegría en lugar de problemas" - comentó Mateo, observando cómo todos reían y disfrutaban.
"¡Y además, compartiendo!" - agregó Enrique, feliz por la decisión que habían tomado.
Cuando terminaron, cada niño tenía un ramo que llevar a sus casas. La comunidad se reunió a su alrededor, llenando de risas el barrio.
"Gracias, chicos, por ser tan creativos y compartir" - les dijo Doña Rosa, con una sonrisa orgullosa.
"En lugar de pelear o tener miedo, podemos trabajar juntos. Así siempre encontraremos una solución" - concluyó Mateo.
Esa noche, Villa Esperanza no solo iluminó su vecindario con luces, sino también con sonrisas y la magia de la amistad. Todos aprendieron que compartir, crear y colaborar era el verdadero tesoro que habían encontrado, mucho más valioso que cualquier rosario monte.
Y así, el barrio celebró no solo el regreso de las flores, sino el nacimiento de nuevas amistades y una hermosa lección de comunidad.
Desde ese día, todos los años, el 21 de junio se convirtió en el Día de los Rosarios Montes, un día de alegría, amistad y reencuentro, donde cada uno aprendió que la magia está en compartir y estar juntos.
Y así terminó el misterioso caso de los Rosarios Montes, dejando en el aire una chispa de alegría y colaboración.
FIN.