El misterio de Maracaná



Había una vez, en un hermoso día de fútbol, el polaco y yo decidimos ir a la cancha Maracaná para ver el partido entre Boca Juniors y Racing Club.

Estábamos emocionados por presenciar ese gran encuentro, pero algo inesperado sucedió: nos perdimos en los pasillos camino al vestuario. - ¡Polaco, no puedo creerlo! Nos hemos perdido -exclamé preocupado. - Tranquilo amigo, seguro encontraremos el camino de vuelta -respondió el polaco con calma.

Comenzamos a caminar por los pasillos llenos de gente eufórica. A medida que avanzábamos, intentábamos preguntarle a las personas cómo llegar al vestuario. Sin embargo, nadie parecía saber la respuesta exacta. La desesperación empezaba a apoderarse de nosotros.

De repente, escuchamos risas provenientes de una puerta cercana. Decidimos seguirlas y descubrimos un grupo de niños jugando al fútbol en un pequeño campo improvisado dentro del estadio.

- ¡Hola chicos! ¿Podrían ayudarnos? Nos hemos perdido y necesitamos encontrar el camino hacia el vestuario -les pedí con esperanza en mis ojos. Los niños se acercaron curiosos y dispuestos a ayudarnos. Uno de ellos llamado Juanito se ofreció como guía y nos llevó por los intrincados pasillos del estadio.

Mientras caminábamos junto a Juanito, él nos contaba historias sobre su amor por el fútbol y cómo soñaba con ser jugador profesional algún día.

Su entusiasmo era contagioso y nos dio una lección importante: nunca debemos perder la esperanza y siempre debemos luchar por nuestros sueños. Finalmente, después de un largo recorrido, Juanito nos llevó al vestuario de Boca Juniors. Estábamos emocionados y agradecidos por su amabilidad.

- ¡Muchas gracias, Juanito! Sin tu ayuda, no sé qué hubiéramos hecho -le dije con gratitud en mi voz. - De nada amigos, estoy feliz de haberlos ayudado. Recuerden siempre seguir sus sueños y nunca darse por vencidos -respondió Juanito sonriendo.

Nos despedimos de Juanito y entramos al vestuario justo a tiempo para ver cómo los jugadores se preparaban para el partido. El ambiente estaba lleno de emoción y adrenalina. Nos dimos cuenta de que nuestro pequeño percance había sido una aventura inesperada pero memorable.

Desde aquel día en adelante, el polaco y yo aprendimos la importancia de pedir ayuda cuando estamos perdidos o confundidos. También entendimos que cada encuentro inesperado puede convertirse en una oportunidad para aprender algo nuevo y hacer nuevos amigos.

Así que recuerda, querido lector, si alguna vez te pierdes en un lugar desconocido, no temas pedir ayuda. Y quién sabe, tal vez esa experiencia te lleve a descubrir algo maravilloso en el camino.

Nunca olvides seguir tus sueños y enfrentar los obstáculos con valentía porque cada paso cuenta en esta gran aventura llamada vida.

FIN.

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