El misterio de Mathlandia


Había una vez en la Escuela Primaria "Rayitos de Sol" una profesora de matemáticas muy querida por todos sus alumnos. La señorita Martina era conocida por su paciencia, dedicación y alegría al enseñar números y operaciones a los niños.

Un día, mientras la clase de matemáticas estaba en pleno desarrollo, el travieso Lucas decidió jugarle una broma pesada a la profesora.

Cuando ella se acercó a su pupitre para ayudarlo con un problema, Lucas sacó un frasco de cloroformo que había encontrado en la casa y lo utilizó para hacerla desmayar. - ¡Ja ja! ¡Qué divertido será ver a la señorita Martina dormir una siestita en plena clase! - exclamó Lucas con malicia.

Los demás alumnos se quedaron atónitos al ver lo que acababa de hacer su compañero. Rápidamente fueron a buscar ayuda al director de la escuela, Don Roberto, quien llegó corriendo junto con la enfermera escolar para socorrer a la pobre profesora.

Mientras tanto, dentro del sueño inducido por el cloroformo, la señorita Martina comenzó a vivir una extraña aventura. Se encontraba en un mundo mágico donde todo estaba hecho de números y figuras geométricas.

Un hada matemática se le acercó y le dijo:- Querida Martina, has sido transportada a Mathlandia, el lugar donde los problemas se resuelven con ecuaciones y las aventuras dependen del cálculo preciso.

La profesora, sorprendida pero valiente, decidió embarcarse en esta nueva experiencia y aceptar el desafío que se le presentaba. La hada matemática le explicó que debía superar tres pruebas numéricas para poder regresar al mundo real. La primera prueba consistía en resolver un laberinto lleno de sumas y restas que cambiaban cada vez que avanzaba.

Con astucia y rapidez mental, la señorita Martina logró salir airosa de esta tarea.

En la segunda prueba tuvo que enfrentarse a un dragón formado por polígonos irregulares que solo podía ser vencido si calculaba correctamente el perímetro y área de cada figura. Con paciencia y conocimiento logró derrotar al temible monstruo. Finalmente, en la tercera prueba debía resolver un acertijo algebraico complicado para abrir el portal que la llevaría de vuelta a su salón de clases.

Concentrándose al máximo y recordando todo lo aprendido durante años como maestra de matemáticas, logró descifrar el enigma justo a tiempo antes de despertar del sueño inducido por el cloroformo.

Al abrir los ojos, se encontró rodeada por sus preocupados alumnos, quienes habían presenciado toda esa extraña situación sin entender bien qué había pasado. La profesora les explicó lo ocurrido con calma e hizo hincapié en lo importante que es respetar a los demás y no jugar bromas peligrosas.

Desde ese día en adelante, todos valoraron aún más las clases de matemáticas con la señorita Martina y nunca más nadie intentó repetir algo así como lo hizo Lucas aquella vez.

Y aunque fue una experiencia extraña e inesperada, sirvió para fortalecer los vínculos entre ellos y recordarles lo fascinante que puede ser aprender matemáticas cuando se hace con amor y respeto hacia los demás.

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