El misterio de Pompón y sus amigos
Había una vez en el alegre barrio de San Martín, un grupo de alumnos muy curiosos y creativos de segundo grado B.
Un día, la maestra les propuso una divertida actividad: adoptar un perro de peluche sin nombre que visitaría cada uno de sus hogares para vivir aventuras emocionantes.
Los niños estaban emocionados con la idea y decidieron que cada día uno de ellos se llevaría al perrito a su casa y escribiría en un diario todas las travesuras que hacían juntos. El único detalle era que debían elegir un nombre para su nuevo amiguito. - ¡Vamos a pensar en un nombre genial para nuestro perro de peluche! -exclamó Sofía, una niña risueña con rulos dorados.
- ¿Qué tal si lo llamamos "Pelusón"? ¡Es tan suave como una nube! -sugirió Tomás, un niño con lentes redondos. - No, no...
¡mejor le ponemos —"Rufus" ! Suena fuerte y valiente como él mismo -dijo Valentina, una niña decidida con trenzas coloridas. Después de mucho debatir y reír juntos, finalmente llegaron a un acuerdo. El perro de peluche sería llamado "Pompón", porque tenía pompones grandes en las orejas que lo hacían ver adorable y divertido.
El primer día le tocó a Juan llevarse a Pompón a casa. Él decidió llevarlo al parque donde jugaron en los columpios, se deslizaron por el tobogán y compartieron helado bajo la sombra de un árbol.
Después, Juan escribió todo en el diario ilustrando cada aventura con dibujos coloridos. Al siguiente día, fue el turno de Clara tener a Pompón consigo.
Ella lo llevó a hacer manualidades con su abuela y juntos construyeron castillos de cartón y pintaron cuadros llenos de colores brillantes. Al terminar el día, Clara plasmó todas esas memorias en el diario con pegatinas brillantes que resaltaban cada momento especial. Los días pasaban rápidamente y cada niño disfrutaba al máximo las experiencias junto a Pompón.
Desde cocinar galletitas hasta plantar flores en el jardín; desde contar historias antes de dormir hasta inventar juegos nuevos e ingeniosos.
Cada página del diario estaba llena no solo de palabras escritas sino también del amor y la alegría que compartían con su amigo animal. Un viernes por la tarde, cuando todos se reunieron nuevamente en clase para compartir sus experiencias semanales con Pompón, descubrieron algo sorprendente: dentro del diario había pistas escondidas que los guiaban hacia un misterio por resolver.
Estaban tan emocionados que decidieron seguir las pistas juntos durante el fin de semana.
Así comenzaron una búsqueda llena de desafíos donde trabajaron en equipo para descifrar acertijos complicados, seguir mapas dibujados a mano e incluso superar pruebas físicas dignas de exploradores intrépidos. Con valentía y determinación lograron llegar al final del camino donde encontraron un tesoro inesperado: una caja llena de premios dulces y medallas brillantes para todos ellos por haber demostrado amistad verdadera y compañerismo inquebrantable.
Desde ese día en adelante, Pompón ya no fue solo un perro de peluche sin nombre; se convirtió en símbolo vivo del amor compartido entre amigos inseparables que aprendieron juntos sobre la importancia del trabajo en equipo, la creatividad sin límites y la magia oculta detrás del valor verdadero encontrado dentro del corazón humano.
FIN.