El Misterio de Poroma



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Poroma, rodeado por los imponentes cerros Twayao, un joven profesor llamado Manuel. Emocionado por comenzar su primer trabajo, Manuel llegó una tarde tibia de septiembre con su mochila cargada de libros y sueños. Sin embargo, no sabía que el lugar donde iba a vivir era lo que una vez fue un hospital abandonado.

Al llegar, Manuel se encontró con un edificio antiguo y un tanto desvencijado. Con su corazón latiendo de ansiedad, tocó el timbre. La puerta se abrió lentamente, revelando a la señora Rosa, la anciana del pueblo que lo recibió con una sonrisa amable.

"¡Bienvenido, maestro!" - le dijo "Espero que disfrutes de tu nueva casa. Aunque, te advierto, es un poco... particular".

Intrigado, Manuel sonrió, sin imaginar las aventuras que le esperaban.

Esa noche, mientras se acomodaba en su nuevo hogar, escuchó unos ruidos extraños en la habitación de al lado. Se levantó, decidido a investigar. Al abrir la puerta, se encontró con una habitación vacía, pero las paredes estaban cubiertas de dibujos de niños que habían pasado ahí antes. Había mariposas, casas, y un enorme sol brillante.

"¿Quién hizo todos estos dibujos?" - se preguntó en voz alta.

A medida que pasaban los días, Manuel empezó a notar una extraña conexión con esos dibujos. Cada vez que entraba en la habitación, una sensación de alegría lo envolvía. Se dio cuenta de que cada vez que sonreía los dibujos parecían cobrar vida, y si estaba triste, se volvían opacos.

Noche tras noche, los extraños ruidos lo seguían intrigando. Una noche, armándose de valor, decidió seguir los sonidos. Sigilosamente, se adentró en el pasillo oscuro y, para su sorpresa, descubrió a un grupo de niños jugando en el jardín. Manuel los reconoció como sus futuros alumnos.

"¿Qué hacen aquí a esta hora?" - les preguntó.

"Estamos terminando un juego de aventuras!" - respondió una niña con trenzas "¡Pero necesitamos tu ayuda!".

Manuel, emocionado por la oportunidad de jugar y enseñar, se unió a ellos. La noche se convirtió en un sinfín de risas y juegos, y los niños compartieron historias sobre el pueblo y su historia.

Entre risas, uno de los niños, llamado Lucho, se atrevió a hablar sobre el antiguo hospital.

"Dicen que aquí existía un gran médico que curaba a todos. A veces, su espíritu quiere que sigamos jugando y aprendiendo. Por eso, nosotros venimos a jugar todos los días."

Manuel quedó sorprendido pero a la vez encantado por la imaginación de los chicos. Esa noche, decidió que compartiría sus aventuras en la escuela. Así, al día siguiente, cuando entró al aula, les dijo a sus alumnos:

"Hoy vamos a aprender a través del juego. ¿Están listos para una aventura?"

Los ojos de los niños brillaron de alegría y, juntos, empezaron a crear un mundo donde los héroes son ellos mismos, y los misterios del hospital se convirtieron en cuentos de valientes aprendices.

Así, lo que comenzó como un lugar que generaba inquietud, se transformó en un espacio donde los sueños e historias cobraban vida.

Con el tiempo, Manuel comprendió que el antiguo hospital no solo era un edificio, sino un lugar mágico donde cada niño podía ser un héroe y cada juego se transformaba en un aprendizaje. Desde entonces, Manuel ya no solo era su maestro, sino también su amigo, y juntos exploraban el mundo lleno de misterios y aventuras que les ofrecía Poroma.

Y así, el joven profesor se sintió afortunado de formar parte de una comunidad que, aunque marcada por su pasado, brillaba con la esperanza e imaginación de sus niños.

"¿Y si hacemos una obra de teatro sobre el médico que curaba?" - sugirió un día Lucho, y Manuel, entre risas, aceptó.

"¡Y el protagonista seré yo!" - exclamó Manuel.

Con cada día que pasaba, Manuel y sus estudiantes no solo aprendían sobre matemáticas y ciencias, sino también sobre el valor de la amistad, la imaginación y la importancia de nunca dejar de jugar. Así, el médico del hospital antiguo pasó a ser un personaje de sus anécdotas, y el misterio de Poroma se volvió una hermosa leyenda.

Y así, Manuel se dio cuenta de que los mejores aprendizajes a menudo vienen envueltos en la risa y la alegría de los pequeños, en un lugar donde los sueños pueden volar libres, como mariposas bajo el cielo de Poroma.

FIN.

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