El Misterio de Rosario Montes
Era un caluroso día de junio en el barrio La Esperanza. La gente andaba por las calles, y el sol brillaba en todo su esplendor. Sin embargo, a las 8 de la mañana, un gran revuelo comenzó cuando Rosario Montes, conocida por su simpatía y sus ricas empanadas, había desaparecido de la panadería donde trabajaba desde hacía años.
Enrique, el famoso detective del barrio, estaba desayunando en una esquina cuando escuchó voces alteradas que venían de la panadería.
"¿Qué pasa?" - le preguntó Mateo, su inquieto y siempre curioso ayudante, mientras miraba su cronómetro.
"Parece que Rosario ha desaparecido. Vamos a investigar" - respondió Enrique, con voz firme y decidida.
Los dos se acercaron a la panadería, donde la dueña, doña Rosa, estaba muy preocupada.
"Rosario llegó temprano como siempre, pero luego de un momento salió a comprar ingredientes y ya no volvió!" - decía doña Rosa, con lágrimas en los ojos.
Enrique se rascó la barbilla, pensando en dónde podría estar Rosario.
"Mateo, vamos a buscar su carrito de compra. Tal vez nos dé alguna pista" - sugirió.
Los dos comenzaron a seguir el rastro del carrito y se encontraron con un grupo de niños jugando.
"¿Han visto a Rosario?" - les preguntó Enrique.
"Sí, la vimos pasar, pero luego no la vimos más" - contestó una niña llamada Sofía.
"¿Dónde fue?" - insisted Mateo, sacando su libreta y lápiz para anotar.
"Dijo que iba a comprar pimientos en la verdulería de la esquina" - añadió una niña más.
Los detectives furiosos se dirigieron a la verdulería, pero allí no encontraron a Rosario. El verdulero, un hombre robusto y simpático, les dijo:
"No la vi, pero escuché un rumor sobre un perro callejero que andaba por la zona. Quizás la olfateó y se llevó su bolsa de compras".
"¡Un perro! Eso sí que es extraño!" - exclamó Mateo, intrigado. "¿Vamos a buscarlo?"
Continuaron investigando por el barrio buscando a ese famoso perro. Finalmente, doblaron una esquina y vieron un grupo de personas en el parque. Un perrito, flaco y juguetón, estaba jugando con un zapato. Se acercaron y al ver la bolsa de compras de Rosario junto al perro, Enrique sonrió.
"Así que este es el amigo de Rosario. ¿Hola perrito, dónde está ella?" - dijo acariciando al perro que movía la cola.
En ese momento, una señora que paseaba a su gato se acercó y les dijo:
"Vi a una chica con una bolsa de compras caminando hacia el callejón al lado de su casa. Tenía prisa y parecía muy feliz".
"¿Croquetas?" - preguntó Mateo, confundido con la referencia de la señora.
Ambos se rieron y decidieron investigar el callejón. Tuvieron que atravesar algunos parques, sorpresas y risas al ver a los niños jugar. Al llegar al callejón, los ojos de Enrique se iluminaron, porque allí estaba Rosario Montes, abrazando a unos gatos y ofreciéndoles comida de su carrito.
"¡Rosario!" - gritó Mateo.
Rosario alzó la vista, sorprendida pero radiante.
"Los vi venir y pensé que no me encontrarían. Vine a alimentar a estos gatos que tenía olvidados en el patio" - dijo con cariño.
Enrique rió y dijo:
"¡Siempre brindando a quienes lo necesitan, Rosario! Eres un verdadero tesoro para el barrio".
Los tres regresaron a la panadería, donde doña Rosa los esperaba con más de esas riquísimas empanadas.
"Lamento haberte hecho preocupar, pero esos gatos necesitaban ayuda. ¡También tengo un perro en casa!" - dijo Rosario con una sonrisa.
Desde ese día, Enrique y Mateo entendieron que a veces el misterio no está en una desaparición, sino en la bondad del corazón de las personas que hacen del mundo un lugar mejor. Y así, con risas y empanadas, celebraron el regreso de Rosario Montes, la mujer que siempre estuvo dispuesta a ayudar, ya sea humores, a los gatos o a los perros del barrio.
"El misterio ha sido resuelto!" - exclamó Mateo con aire orgulloso.
Los tres rieron, sabiendo que en el corazón del barrio, había un sinfín de nuevas aventuras por vivir. Y así, con cada empanada que se compartiera, se fortalecería el espíritu de comunidad y amistad entre todos.
FIN.